martes, 31 de diciembre de 2013

Siempre nos quedará Casablanca

Casablanca deja atrás su efímero pasado Art Déco, lleno de almacenes de tratantes de telas, oficinas de agentes comerciales y despachos portuarios, y se pierde por la gran explanada mirando al mar. Alzad la vista y contemplad la gloria del Profeta, apuntando hacia Occidente en su altar ganado al océano. 500 millones de dólares os contemplan desafiantes, rodeados de los arrabales de la medina en la que Rick juraba que siempre les quedaría París.
Mientras se pone el sol, turistas y lugareños pasean por la parte de los millones que se puede transitar sin pagar peaje adicional. El resto, con sus quilómetros cuadrados de moqueta roja y toda su decoración, se puede visitar si se logra dar con la puerta de entrada. El presupuesto se acabó justo antes de encargar la señalética, para desgracia de los visitantes de Casablanca.
Paseo delicioso por la urbe, sobremesa alargada al calor de la tarde oceánica y del despiste del camarero, que nos traer los cuatro platos por etapas. A la vuelta de la Gran Mezquita que levantó nuestro hermano Hassan II, escenas de fútbol rontondístico, donde se forjan las futuras estrellas del balompié.

El tren nos deja de nuevo en la estación de Rabat Ville, y al poco nos despedimos de la gastronomía local con una suculenta harira en nuestro lugar ya habitual. Mañana, maletas y a casa.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Tarde en el museo

Catón contempla la fina lluvia que limpia Rabat. Desde su pedestal en el museo arqueológico, el mejor dotado del reino, posa para un puñado de turistas, hastiados por el suave frío invernal del Atlántico africano. Nada que hacer en la ciudad, salvo perderse en las pequeñas salas déco y contemplar astrolabios con gloriosas singladuras a sus espaldas, o puntas de sílex halladas en olvidadas necrópolis del cercano Sáhara. Todo diligentemente indicado y clasificado con etiquetas pegadas con celo al poliespán que da forma a cada conjunto. Autarquía museística a la quinta potencia, pero museo al fin y al cabo, con sus mapas de corcho y fronteras de rotulador Carioca, con sus islas torcidas por el paso del tiempo y su manchas de humedad de tantas tardes lluvia como esta. Con lo que pasaron bajo el sol del desierto, a las piezas de este ecléctico y a veces sin sentido homenaje al pasado glorioso de la patria, su nueva casa les parece el paraíso. Podrían pasar otra glaciación guarecidas allí, soportando amablemente grupos escolares y funcionarios con pretensiones más elevadas.
Nosotros nos conformamos con haber encontrado cerveza en la ciudad, y haber regado con ella un excelente tagine de pollo en el restaurante del Balima, que nos transporta a tantos otros comedores soviético-africanos.
La tarde acaba ante el fuego del hogar, escribiendo y disfrutando de nuestra propia compañía. Mañana nos espera Casablanca.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Tarde imperial


No hay viaje que se precie que no contengan una etapa ferroviaria. Allá vamos, puntuales en la estación para pelearnos con la máquina dispensadora de billetes para Meknès. Por suerte, un diligente funcionario sin gorra de plato nos ayuda a descifrar el mecanismo para conseguir nuestros pasajes, sin tener que seguir la cola que rodea el hall para obtenerlos en taquilla, como manda Alá.
Nos instalamos en segunda clase y después de dormitar brevemente, aparecemos en la ciudad imperial. Todo parece indicar que esta vez es mejor tomar algún tipo de vehículo para llegar de la estación a la medina, si es que queremos completar nuestro recorrido en un día y no tener que probar la oferta hotelera local. Después de algunas pesquisas y de dar el alto a taxis repletos hasta la bandera, el número 3 nos lleva casi hasta la gran plaza. Es hora de comer, nos deshacemos hábilmente de camareros armados con cartas plastificadas que se avalanzan sobre nosotros, y nos decidimos por el único que no nos da la chapa. Buena elección, tres platos que parecen iguales pero que se identifican con nombres diferentes, misterios de la gastronomía local.
De ahí al museo Dar Jair, espectacular edificio que da cuenta de lo reducido del presupuesto nacional en lo que a restauración y conservación de las Bellas Artes se refiere. Un amable funcionario, que nos aclara que no quiere bronca y que todo tranquilo al enseñarnos la primera tienda de artesanías locales, nos deja en otra no menos espectacular madraza, con grupo de italianos incluido por el mismo precio.
Sólo a nosotros (y a nuestros amigos italianos) se les ocurre darse una vuelta por los callejones de un zoco con todas sus tiendas cerradas. Nos conformamos pensando que es una visión alternativa y que así lo hemos visto más rápido, imaginación no nos falta.

De vuelta a la plaza, nos deleitamos con las estampas de mil personajes envueltos en la luz del atardecer de un océano no tan lejano, esperando a retratar cansados corceles con niños a sus lomos, contando cuentos a un corrillo de divertidos transeúntes, encantando serpientes, sacando brillo a sus baratijas, limpiando zapatos hasta desgastarlos.
Un paseo por la avenida nos devuelve a la estación, sorprendidos por el trajín nocturno al acabarse la oración del viernes. Con algo de retraso, un tren de camarotes, con viajeros somnolientos y escondidos entre decenas de paquetes, nos devuelve al hogar.

¡A mí la guardia!

Después de la tempestad viene la calma y el cielo de Rabat se abre para nosotros, ya está bien de tanta modernidad pasada por agua. Decidimos darle otra vuelta a nuestra anfitriona, tomamos el tranvía y cruzamos el río, buscando Salé. Franqueamos la gran muralla y paseamos por la medina, visitando su madraza y contemplando sus mezquitas. Cuando el hambre llama a nuestro estómago, logramos dar con un lugar entre la escasa oferta culinaria de la ciudad, comparada con su vecina de la otra orilla.
Volvemos a la estación de tranvía, que esta vez si funciona de vuelta. Como venganza, decidimos deshacer el camino andando hasta nuestro segundo objetivo del día, la Torre Hassan y el Mausoleo del Mohammed V.

Ahí está la Guardia Real, a lomos de sus jalmegos, ojo avizor ante los innumerables peligros que acechan alrededor de la tumba del rey exiliado, fundador de la patria, mente preclara e insigne guía. No iban a dejar a sólo a un guardia, ¿con quién iba a hablar?¿Con su caballo? Así que ponen dos, para hacerse compañía, aunque lo único que tengan que hacer sea quitarse de encima las moscas con delicados soplidos, para no salir movidos en las fotos con las que los turistas los acribilan y les recuerdan su condición de figurantes dentro de la escena monumental. Dos en la puerta Norte, dos en la puerta Sur, y porque no hay más puertas. Si tienes recomendación, puede ser que acabes haciendo la guardia de pie, en la puerta del mausoleo, donde al menos puedes hablar con la policía secreta, discretamente identificables por su sombrero maceta roja, como el que llevaba el amigo de Humphrey en Casablanca, el que le vende los salvoconductos para Víctor Laszlo y señora. En fin, conexiones e historia cíclicas del topanismo, porque hay pocas dedicaciones topanistas en esta vida como guardar una tumba.

Por la noche, damos con la mejor harira de la ciudad, a pocos pasos de nuestra guarida. Mientras nos deleitamos con ella, ya pensamos en nuestra excursión de mañana a Meknès.

jueves, 26 de diciembre de 2013

El jardinero infiel


Todo el mundo sabe que Marruecos ansía formar parte del mundo civilizado y pone todo su empeño en que así sea muy pronto. Sólo hay que ver ese maravilloso tranvía en Rabat, faro de la modernidad en nuestros días. Todo sacrificio es poco, así que si Europa está de ciclogénesis explosiva, el viejo sultanato no va a ser menos.
El día de Navidad el país se une a la comunidad de naciones afectadas por la tempestad, como queriéndose igualarse a sus vecinas del norte. La actividad nocturna ha dejado numerosas bajas en el mobiliario de la terrada, con un tresillo desarbolado y una pata de la jaima colgando en el vacío. Tras un rápido estudio de la situación, decidimos que el conjunto se mantiene estable y que será mejor intervenir cuando amaine la borrasca. Así que sólo nos queda acudir a Chez Ouazzani a deleitarnos con un tagine y celebrar como es debido tan señalada efeméride.
A la vuelta, breve excursión y café en la Biblioteca Nacional. Ya en la estación del tranvía, de vuelta al hogar, la amable voz que sale de la megafonía nos comunica que el servicio se irá restableciendo progresivamente. El progresivamente supera en Marruecos los veinte minutos, por lo menos damos fe hasta ese punto, momento en el cual nos decidimos a dejar de esperar y asaltar un taxi. Tras diez minutos bajo la lluvia, podemos entrar en un vehículo, cuyo conductor nos explica que necesitamos un 'grand-taxi', al ser más de tres.
Detenemos el primer Mercedes de apoderado taurino, color blanco, que vemos llegar por la avenida convertida en río, y con algunas indicaciones logramos dar con nuestra casa en la ciudad. Parece que la tempestad amaina, incluso comprobamos que alguien se ha tomado la molestia de plegar el tenderete en la terraza.
El problema viene cuando alguien decide meter la llave que no toca en la cerradura de casa, para hacer no se sabe qué, y esta se queda clavada. Ni para adelante ni para detrás, atrapados en casa. De repente, tras una hora poniendo a prueba nuestros conocimientos de cerrajería, pensamos en el alma caritativa que ha resuelto desaguisado de la azotea. Una llamada a la Península y en breves minutos, Abdul se encuentra encaramado en nuestra ventada. Nuestro jardinero de Marrakech, infiel él, se lía a hostias con la cerradura, una vez ha degollado la llave incrustrada, retorciéndole el pescuezo con las tenazas. Después de hablar con los expertos en el barrio, gastando su llamada comodín, consigue vencer el último obstáculo y abrise paso.
Un trabajo fino, vamos, que nos permite sin embargo respirar tranquilos.

El jardinero infiel nos ha salvado, mañana seguiremos con la visita a Rabat, si como parece al tempestad ha amainado.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Surfing Rabat

Ahmed coge su tabla y procurando no dar ningún sopapo a nadie con la popa, atraviesa la Medina de Rabat. Pasa por delante del Libération y saluda a los turistas que se deleitan con el festival del cus-cus. Esquiva a los que se entretienen entre alfombras, babuchas y montañas de teteras chinas de hojalata plateada. Sale al fin de la medina y saluda a las tatuadoras de jena, al acecho de las turistas despistadas, con sus jeringuillas de yonkis de Bellvitge cargadas con mejunge suficiente como para escribir el Corán cuatro veces, o echar el mal de ojo hasta la eternidad si no reciben el impuesto turístico-revolucionario que dispone la tradición.
Ahmed no sabe que una ciclogénesis explosiva devasta en esos mismo instantes la vieja Europa, se lanza sobre su trozo de fibra de vidrio y nada contra las olas, a un lado Rabat, al otro Salé, y a su frente el mar océano. Marruecos no se acaba ahí, hay tablas para seguir. Viajeros y viandantes le miran absortos desde el rompeolas, enfundado en su neopreno remendado, y sinten algo más de frío cada vez que sortea una ola.

De vuelta del rompeolas, hacemos nuestras compras para honrar la Nochebuena. Gin tónic y tortilla de calabacín sin villancicos, una combinación como otra cualquiera, y una del espacio antes de irse a la cama.


Pertrechos africanos

No hay nada mejor para comenzar una nueva expedición africana que un buen desayuno americano en Chez VIPS. Los cachorros de explorador se avituallan con el combo completo de tortitas con sirope, patatas fritas, bacon y huevos revuelto, rehogado con una buena taza de chocolate. La mañana se completa con el ir y venir de maletas, y objetos que entran y salen de ellas. Pronto estamos en el aeropuerto de la capital del reino gracias a su maravilloso servicio de metro, tras haber pagado el impuesto olímpico-revolucionario de tres euros por barba (casi tanto como el desayuno).
Ryan y sus azafatas azul eléctrico nos depositan en Rabat, no sin antes habernos intentado vender un vapeador, perfúmenes libres de tasas y una tómbola benéfica en favor de la ONG del piloto. A bordo del Mercedes Grand-Taxi de Yusuf, llegamos a nuestra acogedor hogar durante nuestra semana africana. El gas, el agua, la luz, la llave, la puerta, el baño, todo funciona. Prueba superada!
Rabat a esas horas, parece que no nos esperaba, está plegando velas, y estos que regresar sobre nuestros pasos. Un colmado en la última esquina nos permite un avituallamiento de emergencia. Sardina y salsa de tomate para unos espaguetis de campañas. Mañana será otro día.

domingo, 18 de agosto de 2013

Espías como nosotros

Una vez abandonado el campamento en las Galias, cruzamos definitivamente a Helvetia. Con Zúrich en el horizonte, volvimos sobre nuestros pasos y esta vez entramos por la puerta correcta, donde gentilmente nos pusieron el distintivo de contribuyentes a la red pública de autopistas, con un número trece del año bien visible en el parabrisas.
Al poco rato estábamos en la ciudad de las finanzas, el país no da para largas odiseas, la verdad. Aparcamos junto al lago, devoramos el preceptivo bocadillo de supermercado adquirido junto a la gasolina algunos kilómetros antes, y como Cenicienta, se nos dio cuatro horas para adentrarnos en la urbe. Como el país, paseo breve, y al final un pequeño homenaje al maestro Le Corbusier en la otra orilla del lago, en uno de esos parques con urinarios públicos dignos de la nave Enterprise, césped tipo Wimbledon, cuerpos Danone aprovechando los últimos rayos de sol veraniego en los Alpes y algún recién llegado organizando su barbacoa.

Camino a Vals, a nuestra guarida en las montañas. La oscuridad se cierne sobre nosotros y olvidamos que el navegador puede tener un horario para funcionar correctamente. Después de dos horas de camino entre desfiladeros de calendario, resulta más difícil encontrar el 153 de Valléestrasse en un villorrio de vacaciones somnoliento que haber llegado hasta allí. Preguntas a los pocos transeúntes en algo parecido al protoalemán, imposible de reproducir aquí. Cuando todo parece perdido, las indicaciones de nuestro contacto coinciden con una casa al final de la calle. Tensión, suspense. La caja superior izquierda, un código, una combinación de números sobre cuatros ruedas dentadas. Al colocar el cuarto, la puertecita de la caja metálica se abre y deja ver su interior con la llave del apartamento dentro.

Una pasta para celebrar la hazaña de nuestro espía preferido y a dormir, que mañana hay que estar despiertos para darse ese lujo prometido.


sábado, 17 de agosto de 2013

Take me to the parking

En los países civilizados aparcar puede ser todo un desafío. El Sr. Beyeler compró muchos cuadros e incluso mandó hacer un incomparable edificio a uno de esos arquitectos que venera la barra topanista, pero olvidó agenciarse el tipico descampado con gorrilla incorporado, donde dejar el vehículo cuando se va a visitar tanta obra de arte junta.

- No sé dónde está la máquina de pagar el aparcamiento, no soy de aquí.

No fue mi alemán, bastante oxidado, porque está claro que el señor de la rulot con salchichas y chucrut de oferta entendió la pregunta o los gestos que hice. El del puesto de fruta de enfrente no entendió, en cambio, cómo alguien preguntaba por el aparcamiento. Un amable excursionista decidió dirigirse a mí en francés y ahí nos entendimos mejor.

- He perdido la práctica, no sé cómo se hacia, hace mucho tiempo que no conduzco.

Con sus pepinos recién adquiridos, fuimos a preguntar a una farmacia, lógicamente. Ni idea de cómo aparcar. Bueno, quizás el encargado del super lo sepa.

- Puede aparcarse durante una hora gratis, no necesita pagar.
- ¿Y cómo sabe el señor agente a qué hora he llegado?
- Ah! Eso ya no lo sé. Pregunte a la policía cómo hacerlo.

Pepinos en mano y mochila en la espalda, fui departiendo hasta la comisaría de policía. El señor agente, sorprendido de que no supiéramos aparcar, nos dio un sencillo artefacto de cartón, con un disco giratorio que indicaba, a voluntad, la hora a la que habíamos llegado.
Con nuestra magnífica P de parking en mano, y habiendo agradecido al gentil caminante su inestimable ayuda, dejamos indicado y sin hacer trampas nuestra hora de arribo.

Ya en casa del Sr.Beyeler, pudimos deleitarnos con continente y contenido, dando cuenta después de unos magníficos bocadillos prefabricados en nuestro súper galo preferido en el jardín y la preceptiva botella de Costiers de algún río que no recuerdo.

Paseo por Basilea y encuentro con la afición roquera barquera en el Rhin, un río que además de rock arrastra bañistas de una parte a otra de la ciudad en días calurosos como este. No es de extrañar, con las dificultades para aparcar que ahí, que la gente prefiera tomar el río y no su vehículo, para ir de una parte a otra, con esa bolsas especialmente preparadas para flotar y llevar dentro la ropa con las que los chinos suizos están amasando una incalculable fortuna, vistos los precios.

Mañana a levantar el campamento en tierras galas y hacia las profundidades de los Alpes suizos.

viernes, 16 de agosto de 2013

Pitita's living

Pitita tiene un estilo que la hace única. Ningún detalle de su casa puede ser menos estupendo y exclusivo que ella, por eso viene a Weil am Rhein a por cualquier complemento del que necesite rodearse. A ella no le cobran ya la morterada para entrar que estipula tanto glamur, es casi accionista de esta fábrica de sueños inacanzables para los mortales que no saben tapizar de tigre su living, o hacerse la cole de todas las sillas de arquitectos venidos a decoradores, que los hay y muchos.
Algunas solo pueden aspirar a hacer de guías por el desierto polígono de naves de policarbonato contrachapado, que los turistas no osan tocar ni siquiera tras haber pagado otra morterada complementaria a la primera. Nuestra veterana compañera nos conduce por el erial tan chic, desgranando en su inglés de comandante felón de la Luftwafe las maravillas arquitectónicas que encontramos a nuestro paso. Insuperable la estación de servicio a replicar como cornucopias; o el puente topanista para proteger de la lluvia los muebles en su tránsito entre naves, que no funciona a pesar de los veinte metros de acero en voladizo.
Nos detenemos con pasión de estudiantes de cuarto de carrera ante la obra de la archiconocida arquitecta iraní, expresionismo en el cuartel de bomberos, que ya sólo sirve para enseñárselo a los turistas.

Por fin llegamos al momento zen del día y dejamos atrás a nuestra veterana amiga.

- Caminen por el camino de hormigón gris y sientan la emoción de entrar en el edificio. Observen la maestría de poner una pared para que nos concentremos al entrar, y sólo pensemos en la reunión que vamos a mantener.

Entramos en el búnker de uno en uno. Nuestra emocionada guía nos explica los secretos que los encofradores dejaron crípticamente expuestos en las paredes.

- Observen cómo se repite el número cuatro. Si lo dicen en japonés, estarán llamando al silencio.

Algunos esperamos a que el resto del grupo encuentre su sintonía con la madre naturaleza y con la carretera nacional que pasa delante, hasta que por fin salimos de esa orgía de serenidad y talento tranquilo.

Por la tarde nos da tiempo de dar un primer paseo de avanzadilla por Basilea, que mañana completaremos.


jueves, 15 de agosto de 2013

Almanaques modernos

Sigue nuestra tournée arquitectónica, y pasamos del Siglo de las Luces al movimento moderno, dice nuestra guía de cabecera. Aparcamos al pie de la colina, junto al convento post-moderno, y nos dirigimos al tótem de calendario que hemos visto toda nuestra vida colgado de alguna pared. Existe, está ahí, esa iglesia mil veces mal copiada en tantas parroquias de barrio con ínfulas artísticas. Las monjitas nos dejan entrar después de darnos el preceptivo sablazo, que no da derecho ni a un planito , aunque el lugar tampoco da para perderse.
Cuando el concierto en la capilla acaba, los turistas, nipones y occidentales, nos entregamos al fusilamiento de cada rincón y cada detalle del maestro, desde el gotelé hasta los confesionarios búnker, pasando por las bancos de hormigón armado con atril de acero AISI 314. Mientras, las monjitas se dan al espumoso de la región en la carpa que han instalado en la puerta, y dejan hacer a las hordas, como si se tratara de una rutina ancestral.
Nos dirigimos, ahítos de movimiento moderno, al lago de Ronchamp, a compatir con la otra parroquia local un sábado de asueto. Filete y siesta en la hierba, vamos cogiendo la mejor perspectiva de este país horizontal, que huele a verde y a buen vino.
Por la tarde, nos sobra un rato para pasear por Mulhouse y seguir con el tour arquitectónico, esta vez en un conjunto de casas de barrio de extrarradio modernetis, del que no sabemos si sus ocupantes serán muy conscientes. Cervecita en la plaza gótica, habiendo inspeccionado previamente las cartas de todas las terrazas para tener idea de la magnitud de la inversión, y de nuevo a nuestra carpa, a descansar sobre nuestra gran adquisición hinchable.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Franceses salerosos

En los países civilizados, cuando saben que uno va a llegar, sacan el tractor y le limpian el área de pic-nic que prevén va a ser utilizada. Para algo paga uno sus peajes y esas cosas. Localizamos las salinas de su Majestad, uno de esos lugares utópicos arquitectónicos, donde uno se imagina al señor arquitecto marcando con una tiza un semicírculo en medio de la campiña y proyectando una fábrica para conseguir sal a partir de la salmuera transportada en tuberías hechas con troncos de árboles, como lo hubiera hecho Pablo Mármol. La nouvelle cuisine francesa no habría existido, seguramente, sin el arquitecto y su tiza.
El señor del tractor acaba su faena, afeitar el campo, marcando bien los contornos entre las mesas de campaña para que luzca nuestro festín. Esperamos con paciencia que acabe el rasurado y nos damos a los filetes de nuestro proveedor preferido en el país vecino.


Vistas la salinas y devorados los filetes, dada cuenta de los sublimes caldos de ocasión, nos damos a localizar la base de operaciones campista. En breve nos ponemos de acuerdo con el primo de Astérix y su señora admistradora, no hay problema para establecerse junto al lago. Seguimos fielmente las instrucciones de la tribu Quechua y en un periquete la tienda se alza ante nosotros. ¡Prueba superada! Mañana nos espera el maestro y iglesia de calendarios de caja de ahorros.

viernes, 9 de agosto de 2013

No matalàs

No, no és el cinquè manament en xinés. És que els gurús de la religió del camping han decidit renovar el seu parc de matalassos i exterminar la raça del 1,20m. És l'era dels 1,40m i no us havíeu adonat. Així de pas haureu de canviar de tenda de campanya, llençols i qualsevol objecte vinculat amb la posició horizontal.

- Potser ho tenen a la botiga de Perpinyà, però aquí porta dues setmanes exhaurit i no arribarà fins setembre.

El molt servicial sùbdit de la tribu Quètxua, en el seu francés de sisè d'EGB, va agafar el telèfon i va trucar a l'altra banda dels Pirineu. Però és una ordre d'extermini global, l'eradicació dels matalassos de quan érem gent de poca sustància i ens podíem ficar en qualsevol lloc.

Total, esperem que a la Xina no es mirin massa això de les mides i que no vingui de vint centímetres. Amb la nostra nova adquisició, hem posat rumb al Nord, un cop enllestida l'etapa pirinenca anterior. A Lyon han arribat les forces en aquesta primera singladura, ben rebuts per un apartament ultramodern i una inesperada dosi d'art modern en girar la cantonada, en compensació pels durs dies de camping que ens esperen per poder veure els mestres de l'arquitectura en acció. 

martes, 30 de julio de 2013

Fauna salvatge

Arribem a Estaon, seguint les indicacions dels nostres masovers. Després d'explorar el terreny i intentar la ruta caprina, ens decidim per baixar el carruatge al riu i deixar-lo allà, al costat d'altres intrèpids excursionista, classe cotxet i carmanyola, com nosaltres. La família s'ha unit i s'ha fet més gran encara, aixi que la caravana ha d'adaptar-se a les seves possibilitats i energies. Diferents, deixem-ho així.
El camí a les bordes de Nibrós és senzill, tot amunt per la pista. La tropa extended played demana un descans als deu minut d'extenuant caminata. Alto! Comença el sorteig d'entrepans i les combinacions de sabors, a més de la subhasta de sucs de tetrabric.
Amb la panxa plena, remprenem tant patidora marxa. A la primera possibilitat de bany al riu, comencen les baixes. Dues passes amunt, a la primera pujada amb certa entitat, l'escasedat d'ànims deixen enrera l'altra part de l'expedició. Només dues valentes llúdrigues, mimetitzades amb el riu, fan el cim i arriben al salt d'aigua sota el pont de les bordes.

És evident que el terme "passejada" no vol dir el mateix a tota la geografia peninsular. Bé, què hi farem, gelat a Esterri i cap a casa, que cal refer-se per demà.

domingo, 28 de julio de 2013

Paella pallaresa

L'amable encarregada de la ferreteria del poble, absorbida per la cadena de ferreteries provincial, ens va servir una magnífica paella, d'aquelles amb enganxina indestrutible al mig i que t'has d'acabar menjant en la paella d'inaguració perquè no surt ni amb llexiu. Un altre paisà ens va situar sobre la pista del lloc que buscàvem per fer el nostre particular tiberi:

- No té pèrdua. Arribeu a Araós i a la dreta veureu un transformador, d'allà surt la carretera cap a Virós.

Efectivament, l'endemà la paella estava carregada al portamaletes i enfilàvem cap els prats i els boscos de Virós. Pocs quilòmetres després del transformador, arribàvem al refugi. L'impuls metropolità ens va fer prendre a l'assalt les dues úniques taules del "merenderu". Quan es va apaivagar l'excitació i vam descobrir que érem els únics disposats a fer una paella i que el rotllo anava més d'excursions a peu amb entrepà de fuet, vam respirar i ens vam relaxar. No existia competència, ni molt menys concurs de merengue i cúmbia aprofitant la potència musical instal·lada als cotxes, com acostuma a passar una mica més a prop de la ciutat.

- No tindràs una mica de safrà, per casualitat, oi?

La simpàtica encarregada de l'alberg no ens va poder ajudar en aquest petit detall, així que fou més aviat un arrós amb tomàquet que una paella stricto senso. Però bé, cap queixa, no es pot demanar gaire més als peus de la Pica d'Estats i amb mil metres menys de columna d'aire, la física i la memòria jugaven en contra nostra.

Passejada fins el Pla de Boavi, canalla exploradora per un costat i pares per un altre, i migdiada reconfortant. Què més voleu?


sábado, 27 de julio de 2013

Publicitat enganyosa

Va, comencem la gincana excursionista. Fem via cap Rubió, amb la canalla demanant darrera si realment arribarem a Andorra a comprar no sé què, si continuem per aquella carretera. Al poble, el carruatge de la tieta s'enfronta amb la dura realitat, l'asfalt desapareix sota les nostres rodes al primer revolt. El més vell del llogarret ens indica que, efectivament, per arribar a les comes cal continuar quatre quilòmetres per aquell corriolet. Però bé, al final no és per tant, esquivant vaques arribem a la casa de vacances de la Heidi i la seva família.
Entrepà de tres llesques als bancs de picnic a l'exterior, amb formatge i cap de senglar, sense misèries, abans de començar amb el recorregut per la muntanya. Etapa suau, seguim a les vaques fins a una mena d'estanyol, que deceb una mica al personal, amb el banyador ja a la boca i ganes de fer alguns llargs. D'això en tenim a dojo al parc de la Ciutadella quan plou i no li diem estany, a veure qui serà ara el pixapins.
La pluja amenaça i tornem, no sense deixar de fer de Heidi i Pedro pels prats, el verd sense tanques ni cartells de prohibit trepitjar ens omnibula als de ciutat.

Tornem al mas i donem el dia per tancat amb la reglamentària truita de patates. 

viernes, 26 de julio de 2013

Cap a les muntanyes!

On cop enllestida la darrera entrega topanista, tanquem motxilles, clau del gas i de l'aigua, i en el primer bus cap a Saragossa, a fer l'enllaç amb la diligència que puja des de Madrid amb la resta de la tropa. La tieta ens ha deixat el carruatge a canvi d'una bateria nova, amb aspirador i pels de gat inclosos.
Després de gaudir de la gastronomia gairebé universal dels VIPS, amb els plastidécors i pinta-i-acoloreix per la canalla desganada, enfilem les muntanyes. El nostre estimat Arestui ens espera allà, com sempre, penjat d'una roca, mirant la vall, deixant que entri a trenc d'alba tota aquella llum meravellosa que no deixa dormir a partir de les sis de la matinada.

Els nostres masovers exiliats a Bolívia ens han deixat tot una llista de reptes, una mena de dotze proves hercúlies nivell principiants, que mirarem de superar amb èxit. No deixeu de seguir-nos, estimat públic.

martes, 4 de junio de 2013

Remanso de paz

Días de largas conversaciones, de paseos junto al mar, admirando la arquitectura del imperio que fue y los almacenes de baratijas del que viene del sol naciente; viendo cómo se pone el sol al otro lado de la bahía, sacando fotos de cualquier rincón, descubriendo estatuas de líderes revolucionarios y descubridores caídos en el olvido. Hasta un cumpleaños y una barbacoa dominical, y un concierto en la playa con el club de fans local de Nirvana embutidos en un coche, con final maquinero. Algo de paz al trajín viajero, aunque no lo crea el lector, mañana volvemos a la carretera, ya de camino a Maputo.
Esta mañana, excursión a la otra orilla, inmersos en el despertar colectivo de la ciudad. El embarcadero se convierte en una pasillo de metro con olor a salitre, a primera hora de la mañana. Por supuesto, nos equivocamos de barco, el de al lado sale antes, pero con paciencia llegamos a Maxixe, donde buscamos por la carretera a nuestros primeros entrevistados.
Los segundos nos vienen a buscar a la ciudad, después de dar cuenta de un té. Más preguntas, más respuestas, incluso agradecimientos por aprender en su primera evaluación. ¡Qué tierno! Por estas cosas vale la pena hacerse evaluador.

Volvemos al mar y a la otra orilla en el "Amor de Mae", pacientemente, como el ritmo de Inhambane. Mañana quedará atrás, con sus barquitos de ensueño y su dilatante existencia. Até ja!

viernes, 31 de mayo de 2013

Nouvelle cuisine moçambicana

El día ha empezado asaltando la cocina para conseguir un poco de té y con un encuentro en la cassimba del mato entre dos todoterrenos, a la hora indicada, en el lugar convenido. De la niebla ha emergido nuestro contacto, cual escena de la Viena de El Tercer Hombre, quien nos ha llevado a empezar el tour nuestro de cada día. En pocas horas hemos visto el repertorio de letrinas tradicionales más surtido al norte del río Limpopo, con sus techos de paja, sus paredes de cañizo y sus entrañables tip-tap, lavaderos para manos que funcionan accionados por los pies, para que usted no se lave y luego se ensucie. Exquisito, lo que le faltaba a Jane y a Tarzán en la cocina, una cucada.
Luego nos hemos dado a lo último en técnicas culinarias tropicales:

- Señora, ¿cómo cocina usted las setas disecadas?
- A mí me sale muy bien friendo el maní primero, esperando que se haga una salsa y añadiéndolas luego. Si se quiere, se puede poner un poco de gacela, para chuparse los dedos, oiga.

Más tarde, recepción en la escuela de cocina y degustación de platillos con nombres que un servidor no alcanza a recordar: yogures de frutas del bosque que no son yogures, mermeladas como el betún, pasteles de harina de mandioca y de tapioca (sí, de donde el coronel aquel), pan de mandioca, infusiones de moringa;  el paraíso del gourmet tropical.

Acabamos nuestras entrevistas y nos damos a la última cerveza en nuestro quiosco preferido. Mañana, salida para Inhambane, a ver nuestro querido Océano Índico.


jueves, 30 de mayo de 2013

A casa branca

En algún lugar del presupuesto de la República de Mozambique hay una línea, un asentamiento para los puristas, donde dice "Casas de campo para que el Sr. Presidente pase un día". Es fácil de calcular, porque todas las casas son iguales y, sin calentarse mucho la cabeza, podemos suponer que valen lo mismo, sin mucho margen para el error. Entonces se multiplica el valor de esa casa por el número de pernoctaciones o días y se deduce el valor a asignar.
A veces hay errores, como en Tsenane, donde en junio nuestro amado líder pasará una de esas noches inolvidables, por lo menos para sus pobladores. Por alguna razón, la primera casa que se construyó, idéntica a la primera, no es válida. Error, vuelta a empezar. Cien metros más arriba al otro lado de la polvorienta carretera que lleva a Funhalouro, los albañiles se afanan a repetir la construcción, que ya se saben de memoria. Quizás ellos sepan donde falló la cosa, quizás fue un azulejo roto en el cuarto de baño (el único con cisterna en 300Km a la redonda), o una puerta que no cierra bien, esas cosas pasan hasta en las más excelsas residencias. La casa blanca que perdió su oportunidad mira envidiosa a la otra, todavía de color cemento, cómo se va alzándose, y le desea que un contratiempo de última hora en la agenda presidencial la deje sin ese honor.

Algo parecido nos ha pasado esta mañana, las ganas de enseñarnos cosas por parte de nuestros huéspedes de hoy, nos han hecho quedar mal con un grupo de evaluados. No sabemos si llevaban su uniforme de comité de higiene como en la primera comunidad, con su camisetas y gorras recién serigrafiadas,  porque alguien nos han prevenido que llevaban más de tres horas esperándonos y quizás no valía la pena ni entrar. Así que hemos deshecho el camino del bosque, hasta volver de nuevo a las oficinas, donde se nos ha obsequiado con un guiso de esos cabritos que estamos promocionando entre los evaluados.

 Por la tarde, entrevistas institucionales, de esas en las que todo es estupendo y de las que uno sale con la duda de si estábamos hablando del mismo país y momento. Visita a un viejo amigo antes de probar la gacela en el Complexo Tropical y visionado completo de estrella. Cada uno a su cabaña, que mañana sigue el tour en el monte.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Big City

Una vez descartada la cama como instrumento para dormir, el hombre blanco llegó al suelo y encaró su última noche de camping. Por fortuna, el frío se apiadó de todos nosotros, y las últimas tostadas en las brasas de Maxaila fueron de buen humor y entrañable despedida.
Tomamos el camino de Funhalouro con decisión y valentía, a pesar de que el laberinto de caminos a través del bosque hacía prever lo peor. Por fortuna, Gildo hizo gala de sus dotes con la lengua local y preguntando se llega a Roma, ya saben, y también a cualquier lado en Mozambique. A las tres horas y cien kilómetros de rally por el monte, descendimos a una laguna, cuya extensión escapaba a la vista. Como aparecidos en otro mundos, intentamos atravesar el lodazal:

-Gildo, yo creo que tendrías que ir por la pista rodada, no salirte de ella.

Nuestro lingüista consumado no tomó en cuenta el consejo de aprendices de Carlos Sainz. Tensión en el ambiente. Uno confía en la escudería Nissan, pero no tanto. Gildo aprieta los dientes, las ruedas empiezan a escupir un lado negro, putrefacto, el pick-up repleto de tiendas de camping y sandías de regalo parece no avanzar. Nervios. ¿Me quito las botas o no cuando tenga que empujar?

Por fin salimos adelante y reemprendremos la marcha. A las cinco horas y media, hemos pulverizado los 250km de la clásica Maxaila-Funhalouro campo a través, y nos espera O Complexo Tropical, con sus lujosas cabañitas de camas de príncipe azul y lavabos todavía por acabar. Una 2M en el quiosco de al lado y la gran ciudad que nos parece Funhalouro nos da la bienvenida, con su avenida de duelo en Ok Corral. La civilización es una cama y un techo, o acabar la velada repasando nuestros rudimentos de inglés con las telenovelas sudafricanas.
Mañana, seguimos con nuestra pesquisas evaluadoras.

martes, 28 de mayo de 2013

Deep in the ground

Después del frío nocturno, siguió la lucha cuerpo a cuerpo con el catre de campaña. Esta vez le dio por romperse en medio de la noche, con lo que la posición durante largas horas fue de todo menos horizontal. Además, uno crujidos metálicos amenazaban a cada momento con mandar todo el tenderete al traste, con lo que el frío pasó a un segundo plano, no por ser menos intenso.
Pero al final también llega el alba, es lo bueno de que la Tierra no deje de girar. Hoy innovamos gastronómicamente, introduciendo en la localidad el concepto de pan tostado, con sal y aceite de oliva, lo que nos ha hecho comenzar el día mucho mejor que lo que acabó la noche.

Vamos andando a Maxaila, porque tenemos cita con el poder popular para discutir de nuestras cosas a la sombra de un árbol. Antes rendimos pleitesía a uno de esos funcionarios, o xefe da localidade, uno de esos personajes que durante todo el día parecen acabarse de levantar en ese momento. Como la locuacidad no es lo suyo, abandonamos rápidamente el interrogatorio topanista, aunque nos da algún dato interesante sobre los planes de futuro de la administración local al respecto del agua.

Ya con la comunidad, visitamos la gran laguna de agua adonde las mujeres acuden a abastecerse:

- La hizo un mulungo (blanco), portugués, en el año 1959. La limpiamos en el 2001, y no hemos vuelto a arreglarla. Pero sigue siendo mejor que los pozos de agua mbaava (salada), y además gratis.

Los mulungos modernos seguimos haciendo pozos de los que sólo sale agua salada, y encima pretendemos que los vecinos paguen y nos enfadamos si no lo hacen. Creamos y porfiamos con comités para gestionar algo que no sirva para nada, revisamos nuestros manuales y teorías del desarrollo, mientras nuestros queridos amigos nos miran con una sonrisa de medio lado y una paciencia tan infinita como el tiempo y el mato.

En Mapungane las mujeres parecen hacer castillos en la arena, al lado de sus huertas, cuando lo único que buscan es agua, para seguir produciendo esa comida de mulungos que tanto les gusta. Bueno, ya no hierven las lechugas antes de comérselas, y adoran los tomates. Después de hablar con nuestras amigas productoras, las única que parecen trabajar en este país, volvemos a nuestra base.

Arroz con frijoles criollos, que superan nuestro pan con aceite, por supuesto, y a contemplar las estrellas.

Frío Tropical

Hay mañana en las que no amanece nunca. Después de luchar contra el catre del madelman explorador y todas las existencias de mantas disponibles, uno se entrega al Señor y se queda dormido. Lástima que sea justo antes de que el guarda empiece a barrer todo el patio de la oficina de nuestros anfittiones y los gallos de toda Machaila empiecen a cantar. Los escasos grados en la noche estrellada no son impedimento para empezar a funcionar antes de que salga el sol. 
Té y galletas, y a correr, Gildo nos en volandas por la maleza cubierta de polvo, a veces tupida y espesa. Empiezan las pesquisas, la comunidad nos espera bajo un árbol y empezamos a hablar de lo humano y de lo divino. El changana no tiene secretos para nosotros, gracias a los oficios de nuestros colegas mozambicanos y de Gildo, que ocultaba su faceta de traductor entre los papeles de la guantera.

- Maaaaaati! El problema es el agua, y aquí los colegas se equivocan poniéndonos cooperativas de carpinteros y dándonos semillas para plantar, no tenemos agua -reiteran las autoridades locales en la segunda comunidad a la que llegamos-. ¿Cómo vamos a hablar de higiene si no tenemos con qué lavarnos?

Pues también es verdad. Se nos acaban las galletas (Agua e Sal, el orgullo del colmado local), pero ya estamos de vuelta al campamento base, pasando por la escuela de otra comunidad para que nos hagan la demostración de rigor. Ducha a golpes de balde viendo poner el sol por un extremo de Machaila, como hubiera hecho Sergio Leone en cualquiera de sus westerns. Vuelta hasta la escuela y ya tenemos la noche estrellada de nuevo aquí.

Buenas tardes o buenas noches, el edén solitarios nos ha hecho perder la noción del tiempo. 

lunes, 27 de mayo de 2013

Camino del mato

Esta vez sí, a las cinco y media nuestro chófer, Gildo (Hermenegildo en su casa), estaba en la puerta esperándonos. El guarda nos hizo enseñar el recibo para dejarnos salir, repostamos, nos despedimos del somnoliento logista que nos había preparado los pertrechos para el safari, y por fin salimos.
Hasta Chokwe, prácticamente sin novedad. En el mercado nos hicimos con algo de cuerda para asegurar dos bidones algo inestables de diesel en la parte de atrás y nos encontramos con nuestro enlace romano.
Nuestra oficial de higiene preferida pidió media vaca con patatas, a saber cuándo íbamos a volver a comer. Mientras intercambiamos impresiones con la expedición que Pigi (Pier Luigi en su casa) dirigía de camino a casa.

- Me he pasado cuatro meses allí. Pero es hermoso Machaila -afirmaba mientras se quitaba sus gafas de veraneante nocturno en Lloret-. Un cielo impresionante, el campo, la tranquilidad, un lugar donde tomar una cerveza helada. ¿Qué más se puede pedir después de venir de Sudán del Sur?

Después de discutir sobre la procedencia del trozo de vaca y apurar el té, encaramos las red de carreteras secundarias mozambicana, en busca de aquel Edén. Atravesando el Limpopo, una línea de ferrocarril se unió a nosotros, como un pasamanos. El tren llegó a una estación, donde devoramos una naranja, único bocado programado para ir acostumbrándose a los rigores esteparios. La carretera pronto entró en obras, con lo que discurrimos observando los procedimientos constructivos viarios, hasta que se acabó el presupuesto, justo al entrar en el distrito de Chigubo.
Con las fuerzas justas y el sol apagándose, llegamos a Machaila. El tiempo contado para desmontar el vehículo y montar nuestros catres de campaña, e introducirlos ya a tientas en una tiendas que la providencia había dejado instaladas.


Cuando el generador acabó su asignación diaria de combustible, contuvimos el aliento y nos introdujimos en las tiendas, a esperar el amanecer bajo tres mantas.

sábado, 25 de mayo de 2013

Cambio de planes

Después de dos días de pesquisas, de interrogatorios sobre lo humano y lo divino, y el porqué de las cosas en los confines de la galaxia, el equipo evaluador pone su despertador bien temprano. Se niega a asistir al festival de música que sacude la ciudad, en aras de dosificar las fuerzas que harán falta para atravesar la llanura.
Suena el despertador, la ducha nos acaba de despertar y a la hora convenida degustamos un té, cuando ni el tío Bob está todavía en el cuadro de la entrada.

- No han traído el coche que pedimos, así no podemos irnos. Voy a hablar con el logista a ver si en una hora lo solucionamos.

La llamada de teléfono nos pone en clave topanista, sabiendo que nos enfrentamos al clásico madrugón con retorno a la cama. A las ocho se confirma y cada uno se da la vuelta en su cama.

Maputo nos cambia una mañana de traqueteo y polvo, por otra de desayuno tranquilo, paseo y compra de víveres en el mercado. ¿Cómo saldrán los espaguetis que identificamos como menú de campaña? La lectura de inacabables informes y un encuentro con la gente del barrio (el de allá), nos entretiene hasta la hora de la comida. Por la tarde, sesión de interrogatorios con otros testigos, con los que los dos detectives cooperantes acaban tomándose la última cerveza antes de ir a cenar.

Mañana nuevo intento de abandonar la nave.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Evaluators

- Issa é a equipa d'avaluaçao.

Así nos presentan a la compañera de expedición topanista y a un servidor, ante la pléyades de cooperantes y oriundos, a lo largo de la sede con piscina de la ONG. Atrás queda el remozado aeropuerto, sin controles ni preguntas absurdas sobre las oscuras intenciones que nos traen al país. Un sello, una sonrisa protocolaria, la maleta y a correr por Mozambique.
Antes, nos instalamos en Fatima's Place, de la cadena de establecimientos de la secta mochilera, con su retrato del tío Bob haciendo maravillas con las manos, y pizarras de muchos colores anunciando el menú de la semana y las excursiones para turistas con pocas ganas de abandonar la nave nodriza.

Adormecidos por el ruido de la cascada en la piscina olvidada, empezamos a evaluar. Un tercer grado en toda regla contra nuestra anfitriona, para responder a algunas de las preguntas apuntadas en una libreta durante 6 horas a miles de metros sobre el nivel del mar. Después de la sopa de legumes y la primera Laurentina en el parque, se une el oficial WASH, de Córdoba, aunque parezca extranjero.

- Estaría bien que hablarais también con el HPM.

Pronto nos aclaran que no es ningún tipo de impresora, sino una persona. Seguimos con nuestra lista de sospechosos habituales, a la par que trazamos un mapa sobre la sabana mozambicana, casi en Zimbawe, y administramos nuestros días.

- Habrá que comprar galletas y esas cosas. Por allí no hay comida.

Está bien la aclaración, mientras cenamos en el restaurante local, dotado de sillones que ya quisiera cualquiera para su oficina, y volvemos a Fatima's a degustar una 2M rodeados de los acólitos de Bob, antes de dormir, para igualar la balanza cervecera.

martes, 21 de mayo de 2013

Fly me to the (half) moon

De nuevo en el aire. Silencio, se rueda. Breve entrada para dar comienzo a la nueva serie topanista, esta vez por los caminos polvoriento del África austral.

El mundo cambia, sin embargo, y en vez de hacer el preceptivo trasbordo en Frankfurt o Londres, la caravana se dirige a oriente. Empezó con un Fly me to the moon zíngaro, apuntando el trayecto, interrumpido por un señor de marrón con chaleco amarillo y porra, que hacía que no veía a los tres jazz men rodeados de maletas. Y la luna se ha convertido en media, en medio del Golfo Pérsico, probablemente en el desplazamiento por pista, entre avión y terminal, más largo jamás contado. Yakashumi y su colega se han bajado en la primera parada, después de 10 minutos por el desierto de Arabia, y si no es por la pareja de cirujanas niponas que han gritado su nombre a través de esa máscara, que no se han quitado en 6500 millas ni para beberse un vaso de agua, se quedan en Doha.

Pues nada, aprovechando el wi-fi petrolero, damos por comenzada la serie. Laslo se desliza con su permiso  bajo la manta de Qatar Airways (muy fea, no vale la pena meterla disimuladamente en la mochila), Océano Índico hacia el sur.

martes, 19 de marzo de 2013

Inmersión jurásica

Alto. Tiempo. Nos merecemos un descanso, es sábado, también en el far-west. Averiguamos cuál es el atractivo turístico más cercano al Coca, negociamos con un flamante taxi 4x4 (que igual nos toma el pelo) y para allá nos vamos. Con nuestro bañador en la mochila de las excursiones, nos presentamos en la puerta del parque jurásico local. Una enorme puerta, jalonada con dos torres inspiradas en la arquitectura indígena popular, nos da la bienvenida. Nos adentramos en el bosque antediluvianos, apocados por las dimensiones de la floresta.

La comunidad ha instalado un emprendimiento de turismo, de esos donde no hay carta porque sólo hay un plato y una bebida. Al fondo está la casacada, solitaria, donde nos sumergimos. Aceptamos espuma de materia orgánica de la selva flotando en la superficie en la amplia definición de aguas prístinas, después de haber removido toneladas de chapapote no nos vamos a poner finos. Por supuesto, justo cuando nos metemos en el agua, llega toda la barra local, con sus meriendas, que despliegan al lado del cartel que reza "Prohibido bajas comida a la cascada".

Una vez refrescados, disfrutamos esa tilapia sudadita, que no es otra cosa que pescado al papillot, versión local. Nos abstraemos del sonido ronco y continuo del generador eléctrico a diesel, que tampoco se siente interpelado por el cartel de "No hagan ruido, disfruten de la tranquilidad de la naturaleza" que hay justo a la entrada. Decidimos volver, deshaciendo el camino de ripio.

En el cruce con la carretera, donde se supone que tenemos que tomar el bus que nos devuelva al Coca, nos encontramos a una paisana que nos informa sobre la situación logística:

- El próximo pasa a las 17.00h. Pero se pueden venir en taxi conmigo.

Nos ponemos en mode paciencia, esperando ese taxi. Al rato viene, como una aparición mariana, y subimos a él justo antes de que se reanude el diluvio del día anterior. Nos da tiempo de llegar a la ciudad y abordar la última entrevista, desde el puente viejo y a golpe de cumbia, gracias al festival folclórico con el que el Coca parece querer decirnos adiós.

Mañana volvemos a la capital, con una buena colección de imágenes y palabras en la maleta.

lunes, 18 de marzo de 2013

Chapapote on my mind

El rodaje se acerca a su fin. Hoy, cita con el chapapote amazónico. Quizás debiéramos decir monzónico, porque a las primeras de cambio el cielo cae sobre nosotros. Nos adentramos en la espesura selvática, luchando contra el barro y nuestra botas de hule, que se quedan clavadas a cada paso. Se huele la epopeya, avanzamos difícilmente, las lianas nos miran mal y recibimos ataques de todo tipo de pinchos e insectos.
Por fin llegamos al punto donde meses atrás se produjo el derrame de crudo:

-¿Sienten el olor? Lástima que el tufo a petróleo no se pueda filmar. Desafortunadamente, toda esta agua ya se ha encargado de limpiar, aunque aún quedan restos.

Efectivamente, ya sólo se ven ligeramente los restos del crimen, pero el cadáver ha sido levantado y a penas quedan evidencias. Los cámaras luchan contra la lluvia y se revuelven en sus chubasqueros para no perder el equipo en esta última batalla.
De regreso, aprovechamos uno de esos mecheros que calientan la inmensidad para secar algo nuestra ropa, y continuamos camino adelante. Una sopa de gallina criolla nos espera en casa de la mamá doña Ovidia, nuestro sherpa en esta travesía, impasible a la lluvia y a los toboganes de lodo.
Más adelante, la seguridad petrolera no pierde el tiempo y nos expulsa del medio de la carretera, no vaya a ser que filmemos demasiado los tubos que conducen el petróleo y se rompan. Y para acabar el toxitour, Don Aveiga nos cuenta en su finca qué pasa cuando durante 19 años riegan con petróleo tu finca. Ahora tiene una fuente por donde mana un chapapote, que sólo le sirve para que cada vez le duela la cabeza más a él y a su familia, además de acabar con todas sus gallinas.

Cuando alguien les ofrezca 8 dólares por explotar veinte años su finca sacando petróleo, desconfíe. Probablemente no sea trigo limpio, ni lo vaya a limpiar nunca.

sábado, 16 de marzo de 2013

¡Hágase la luz!

Con la grata compañía de nuestro querido aspirante a asambleísta, abordamos la deslizadora rumbo a las comunidades, río abajo. Una hora de derrapes, troncos desafiantes, gabarras multicolores acarreando camiones y ensenadas escondidas bajo las aguas del río Napo, y llegamos a Indillama. Allí dejamos los equipos eléctricos que faltan para culminar la buena obra del día: llevar la luz a la escuelita para que los cachorros aprendan computación. No va a ser el último grito en la materia, porque las computadoras hace tres años que esperan a que les llegue un amperio que echarse a la conexión, pero algo es algo.

Mientras el comando chispas acaba los últimos detalles, nos deleitamos con un viaje por las comunidades aledañas, donde visitamos los proyectos de turismo comunitario:

- ¿Y cómo se vive mejor, compañero, con el turismo o con la agricultura?

Pregunta absurda de documental de National Geographic o, pero aún, de Españoles por el Mundo. La tiendita de artesanías va viento en popa y los turistas vienen en masa desde allende los mares a ver cómo bailan danzas olvidadas o los guacamayos devorar la sal de las montañas. En el poblado, observamos las evoluciones del equipo local de balompié, en la liga escolar. Hay que mejorar ahí, habrá que pensar en algún proyecto de cooperación deportiva con algún equipo de barrio de por allí.

De vuelta, Dani nos espera, con su tubo eléctrico corrugado por diadema, como si fuera un rito de fertilidad voltaica. Ducho en las artes del coco, nos pela unos cuantos ejemplares para saciar nuestra sed y engañar nuestro estómago, hasta que lleguemos al Coca.

- ¿Nos vamos? - dice nuestro protoasambleista-
- No, antes hay que filmar cómo se enciende la luz.

Afortunadamente, la escena de la bombilla iluminando nos hace comprobar que la instalación estaba defectuosas y puede ser enmendado el fallo antes de partir. El séptimo arte ha vuelto a evitar una misión topanista de la cooperación.

Mañana, toxitour: un viaje al reino del chapapote amazónico y sus efectos.

viernes, 15 de marzo de 2013

¿Me das fuego?

La próxima vez que apague usted la bombona de butano en su casa durante el rigurso invierno boreals, en un sacrificado acto de ahorro energético, acuérdese de los mecheros petroleros en el Coca. Quema y queman durante horas, emitiendo rugidos antediluvianos, como los gases con los que se alimentan. Si gusta, puede hacerse una barbacoa o acabar de derretirse juntando su efecto con el del sol ecuatorial, que deja ya en nosotros un moreno paleta perfectamente perfilado por nuestras camisetas.

Los testimonios y los detectores de nuestros monitoreadores, uniformados de riguroso jean de tupido algodón, confirman los peligros de tener un pequeño averno de esta calaña al lado de casa, como lo sufren los habitantes de estos pagos. O un pasivo ambiental, que traducido a lengua romance significa algo así como "la cantidad de mierda que nos dejó enterrada la última empresa que estuvo por aquí". Así nos lo confirma una transeúnte que pasea entre mecheros y pasivos con su pamela y su perrito, comiéndose una guayaba, y que toda decidida nos toma de la mano hasta el interior del campo petrolero.¿Quién teme a guardias y carteles con este panorama?

Mañana, viaje al corazón de la selva, a descubrir las bondades de la energía renovable.


miércoles, 13 de marzo de 2013

Mi reino por un batido

- Nuestra querida alcaldesa les va a recibir.

Dejamos atrás la sala de espera, donde la población espera pancientemente su turno, gracias a las maravilla tecnológica del aire acondicionado a 15 grados y deleitándose con las hazañas de Messi en el Nou Camp. El despacho de nuestra edil preferida es un hervidero: todo el mundo rinde pleitesía a la lideresa, familia lejana de Carmen Sevilla, quien se afana en multiplicar los panes y los peces ante dos grandes insignias patrias de terciopelo decimonónico repletas de armaduras toledanas, y la atenta mirada del conquistador y descubridor de la Amazonía.

- Háganme el favor de dejar espacio, me tienen que hacer una entrevista y todavía no he desayunado ni almorzado.

El licenciado llega raudo con un delicioso batido que la hace revivir, para seguir dictando justicia e intercediendo por un pueblo que sigue allí sentado, impasible y dotado de una paciencia infinita, casi tiritando de frío, observando cómo de bien se desenvuelve con los medios topanistas:

- Yo estoy muy agracedida por todo lo que ha hecho Solidaridad Internacional con nosotros.
- Podría volver a repetirlo todo, es que nosotros venimos de parte de Ingeniería Sin Fronteras. 

¡Detalles sin importancia, pardiez!, diría Don Francisco de Orellana, atrapado en su retrato, mirando el río que descubrió y la ciudad a la que dio nombre. Luego y ante ese mismo río, nos deleitamos con un jugo tropical, una pequeña obra de arte absorbida por los 100 decibelios de cumbia que hay que resistir en el pequeño rincón romántico que nos regala la villa.

La obra avanza, la nave va. Como Don Francisco, bajando el río para ganar la mar océana, sorteando las planificaciones y los discursos políticos eternamente agracedicos con la labor pastoral de nuestra querida ONG. Media de lomo con compañía de la buena y un mojito en el mismo rincón, algo más tranquilo, para cerrar un día productivo.

Mañana, a ver el oro negro.

Zoo ecuatorial

La expedición topanista en busca de Eldorado petrolero, ya está en marcha. Alojados en el insigne Hotel San Fermín, justo frente al Banco de Pichincha, donde la gente hace cola desde las siete de la mañana para pagar sus recibos de todo tipo, no tiene pérdida en esta réplica del lejano oeste, versión amazónica.
Nuestra agenda de visita y entrevistas está lista:

- Hagamos la entrevista esta tarde mientras les acompaño al zoológico, antes de que la Sra. Alcaldesa vuelva de Quito.

El licenciado no consta en la tripulación del pick-up que viene a buscarnos horas después, se ha cruzado en nuestro camino una llamada del Alto Mando. Los planes y los cronogramas empiezan a torcerse. Pero para eso estamos, para adaptarnos a ellos, como la selva se come los desastres humanos.

- Cuando mi mamá era pequeña, el Coca era todo agua, hasta la rodilla. Los indios Waorani salían con lanzas al otro lado del río a recibir a los que se adentraban en las profundidades de la jungla.

Nuestro zootécnico de cabecera nos enseña el zoológico-residencia de animales inválidos, con su repertorio de chistes no aptos para mayores de edad. Podríamos haber traído a la prole de haberlo sabido.

Paseo por los arrabales arrebatados a la naturaleza y hechos civilización de dudoso gusto, una hamburguesa sencilla con una Pilsener, y poca cosa más. Somos presa fácil del jet-lag y nos entregamos a los brazos de Morfeo sin fuerzas siquiera para escribir esta crónica.

Taxi al Amazonas

Cuando Nelson llegó al nuevo aeropuerto de Quito, pensaba que aquellos dos eran los últimos pasajeros que llevaría en su taxi antes de irse a su casa. No se habían bajado del vehículo, cuando tres exaltados con mochilas de la tribu Quechua le asaltaron en medio de la calzada:

- ¿Cuánto nos cobra por ir de vuelta a Quito?

No tuvo que regatear, les enseñó las tarifas emplasticadas que guardaba en la visera, y se montaron con cara de resignación o de turista entregado a la evidencia.
Algunos kilómetros más allá, alguien hizo la pregunta-chiste de rigor, una vez se había pasado el cabreo monumental por haber comprado el billete al revés (es decir, de Coca a Quito y no de Quito a Coca, un detalle sin importancia) y no poder coger el vuelo:
 
- ¿Porque, Nelson, cúanto cuesta ir a Coca en taxi?

Los intrépidos viajeros hicieron algunas sumas y divisiones en su cabeza. De repente, pudieron saborear el sabor de la aventura en sus labios:

- Pare aquí y lo pensamos. Bueno, lo primero es si tú quieres llevarnos.
- El problema es que no conozco el camino. Quizás en aquella gasolinera me digan cómo llegar.

Cinco horas por delante y un croquis garabateado sobre la papelera de una estación de servicio, no se necesita más para llegar al corazón de la Amazonía ecuatoriana. Como en un remake de "La Quinta del Porro", Nelson y aquellos viajeros topanistas se dispusieron a atacar la impenetrable selva desde las cumbres andinas. Un volcán nevado al fondo acabó de poner la estampa de leyenda para una nueva tribulación de Laslo Topanich y los seguidores de la religión verdadera.

Pronto supieron que innumerables riesgos les acechaban en el camino:

- En realidad llevo despierto desde las 5 de la mañana, yo ya me iba a descansar -dijo Nelson dando los primeros síntomas de agotamiento-. En realidad es la primera vez que salgo de Quito, yo soy de provincia, ¿saben?

Terror entre las filas topanistas. Una trucha frita, en la parada camionera de Baeza, recompuso a la comitiva, Nelson pareció coger nuevos bríos a los mandos de su Toyota amarillo New York.

-¿Ese ruído? Se acabaron las pastillas de freno, creo.

De ahí hasta el final fue un duermevela, una lucha contra el sueño y las ansias de Nelson de batir el récord de su pueblo en el rally Quito-Coca-Quito.

Por fin, el Coca apareció tras un cartel en la noche, y sus amplia avenida del far-west, jalonada de policías tumbados que Nelson insistía en tomar comerse a 100 Km/h.

¿Volvió Nelson a tiempo para servir el desayuno en su casa y devolverle el taxi a su cuñado? Nunca lo sabrán nuestros queridos viajeros. Cayeron rendidos, soñando con su cuentaquilómetros, casi olvidado ya el Quito colonial de una tarde de granizo.

lunes, 21 de enero de 2013

Pengim penjam

Després d'haver posat en marxa la maquinària de fer entrepans, omplert les boses de Mercadona (model resistent) i recomptar tots els efectius infantils convocats a la parada del tramvia, Bart Simpson i el seu veí es van adreçar al bosc urbà.

- Aquest petit no dóna la talla, no arriba ni a un pam de la ratlla blava. No crec que pugui fer el circuit, a no ser que l'acompanyi vostè -va sentenciar l'aprenent de Jesús Calleja a mig temps-.
- Qui? Jo? No, no, segur que hi ha algú altre que el vol acompanyar per circuit dels petits.

Afortunadament, la solidaritat de classe (de la classe de tercer, vull dir) va funcionar, i un altre va optar per la via fàcil de divertir-se un diumenge de gener amb fred i vent. Si t'has de penjar, que sigui a un metre de terra, la canalla madura ràpid.

Els altres intrèpids van escometre la travessia entre columnes i cables, armats de mosquetons i arnesos. És curiós, si els haguéssim obligat a penjar-se a 6 metres del terra d'un filferro, segur que no ho feien ni per una Nintendo, però com se suposava que era un joc, tothom s'hi va posar mans a la feina. Després de mitja hora i algunes crisis amb els moquestons que no s'enganxaven, a més d'alguna estada pernilística en mig d'una tirolina amb el seu corresponent rescat, tots van arribar a la taula de la celebració del novè anniversari. Malauradament, només es van acabar el pastís industrial i les patates, els entrepans factorils els estarem menjant durant aquesta setmana, recordant cada matí que divertit va ser caminar pels ponts nepalís i tibetans que s'amaguen al Fòrum. 

martes, 1 de enero de 2013

Quédate a dormir




















Sí, la foto muy simpática. La fiesta posterior mejor, Millancito evaluó sus posibilidades y descartó al amor de su vida, que siempre se le resistía. Se decidió por una presa más asequible, encarando el 2013 con realismo y ganas de triunfar en aquella plaza, que no dejaba de ser su propia casa.
Desplegó todos sus trucos y golpes ocultos de gigoló hecho a sí mismo, incluso el tequila añejo que se reserva para las ocasiones e hizo trasladar el subbuffer al salón para que todo fuera perfecto. Abrió el paquete de jamón, dedicado por Miguel Bosé, una partida de las de antes de que quebrara el Museo de la Cecina, y parecía que ella revivía a mordiscos de jabugo de primera. ¡Bailemos! Efectivamente, un buen paladar, Millancito no había elegido mal, la presa ganaba carácter y portento ante sus ojo, una mujer de bandera, de raza, un diamante en bruto que sólo brillaba para quien supo descubrir su valor.

- Quédate, te hago otro bocata de morcón ibérico, me ayudas a recoger y luego dormimos juntos.

El "dormimos juntos" lo dijo como Mayra G. Kemp leía sus tarjetas con SEAT 131 Supermiriafiori ocultos, pero ella lo entendió, no cabe duda. La prueba es que le pidió el teléfono a Millancito, pero no le dio el suyo, para que el deseo quedara suspendido en el aire, en el zaguán del cuarto izquierda, mientras se despedían.

El topanismo existe y está entre nosotros, se manifiesta en cada sorbo de tequila añejo y la lucidez sobrevenida nos lo sirve en el café con leche de la mañana siguiente a una fiesta de Fin de Año, instantánea e irrepetible, para reírnos con él de nosotros mismos.

Feliz Año 2013!

PD. En homenaje a Millacinto, probablemente la mejor esperanza blanca de la literatura universal que hayamos conocido en 2012.