viernes, 31 de mayo de 2013

Nouvelle cuisine moçambicana

El día ha empezado asaltando la cocina para conseguir un poco de té y con un encuentro en la cassimba del mato entre dos todoterrenos, a la hora indicada, en el lugar convenido. De la niebla ha emergido nuestro contacto, cual escena de la Viena de El Tercer Hombre, quien nos ha llevado a empezar el tour nuestro de cada día. En pocas horas hemos visto el repertorio de letrinas tradicionales más surtido al norte del río Limpopo, con sus techos de paja, sus paredes de cañizo y sus entrañables tip-tap, lavaderos para manos que funcionan accionados por los pies, para que usted no se lave y luego se ensucie. Exquisito, lo que le faltaba a Jane y a Tarzán en la cocina, una cucada.
Luego nos hemos dado a lo último en técnicas culinarias tropicales:

- Señora, ¿cómo cocina usted las setas disecadas?
- A mí me sale muy bien friendo el maní primero, esperando que se haga una salsa y añadiéndolas luego. Si se quiere, se puede poner un poco de gacela, para chuparse los dedos, oiga.

Más tarde, recepción en la escuela de cocina y degustación de platillos con nombres que un servidor no alcanza a recordar: yogures de frutas del bosque que no son yogures, mermeladas como el betún, pasteles de harina de mandioca y de tapioca (sí, de donde el coronel aquel), pan de mandioca, infusiones de moringa;  el paraíso del gourmet tropical.

Acabamos nuestras entrevistas y nos damos a la última cerveza en nuestro quiosco preferido. Mañana, salida para Inhambane, a ver nuestro querido Océano Índico.


jueves, 30 de mayo de 2013

A casa branca

En algún lugar del presupuesto de la República de Mozambique hay una línea, un asentamiento para los puristas, donde dice "Casas de campo para que el Sr. Presidente pase un día". Es fácil de calcular, porque todas las casas son iguales y, sin calentarse mucho la cabeza, podemos suponer que valen lo mismo, sin mucho margen para el error. Entonces se multiplica el valor de esa casa por el número de pernoctaciones o días y se deduce el valor a asignar.
A veces hay errores, como en Tsenane, donde en junio nuestro amado líder pasará una de esas noches inolvidables, por lo menos para sus pobladores. Por alguna razón, la primera casa que se construyó, idéntica a la primera, no es válida. Error, vuelta a empezar. Cien metros más arriba al otro lado de la polvorienta carretera que lleva a Funhalouro, los albañiles se afanan a repetir la construcción, que ya se saben de memoria. Quizás ellos sepan donde falló la cosa, quizás fue un azulejo roto en el cuarto de baño (el único con cisterna en 300Km a la redonda), o una puerta que no cierra bien, esas cosas pasan hasta en las más excelsas residencias. La casa blanca que perdió su oportunidad mira envidiosa a la otra, todavía de color cemento, cómo se va alzándose, y le desea que un contratiempo de última hora en la agenda presidencial la deje sin ese honor.

Algo parecido nos ha pasado esta mañana, las ganas de enseñarnos cosas por parte de nuestros huéspedes de hoy, nos han hecho quedar mal con un grupo de evaluados. No sabemos si llevaban su uniforme de comité de higiene como en la primera comunidad, con su camisetas y gorras recién serigrafiadas,  porque alguien nos han prevenido que llevaban más de tres horas esperándonos y quizás no valía la pena ni entrar. Así que hemos deshecho el camino del bosque, hasta volver de nuevo a las oficinas, donde se nos ha obsequiado con un guiso de esos cabritos que estamos promocionando entre los evaluados.

 Por la tarde, entrevistas institucionales, de esas en las que todo es estupendo y de las que uno sale con la duda de si estábamos hablando del mismo país y momento. Visita a un viejo amigo antes de probar la gacela en el Complexo Tropical y visionado completo de estrella. Cada uno a su cabaña, que mañana sigue el tour en el monte.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Big City

Una vez descartada la cama como instrumento para dormir, el hombre blanco llegó al suelo y encaró su última noche de camping. Por fortuna, el frío se apiadó de todos nosotros, y las últimas tostadas en las brasas de Maxaila fueron de buen humor y entrañable despedida.
Tomamos el camino de Funhalouro con decisión y valentía, a pesar de que el laberinto de caminos a través del bosque hacía prever lo peor. Por fortuna, Gildo hizo gala de sus dotes con la lengua local y preguntando se llega a Roma, ya saben, y también a cualquier lado en Mozambique. A las tres horas y cien kilómetros de rally por el monte, descendimos a una laguna, cuya extensión escapaba a la vista. Como aparecidos en otro mundos, intentamos atravesar el lodazal:

-Gildo, yo creo que tendrías que ir por la pista rodada, no salirte de ella.

Nuestro lingüista consumado no tomó en cuenta el consejo de aprendices de Carlos Sainz. Tensión en el ambiente. Uno confía en la escudería Nissan, pero no tanto. Gildo aprieta los dientes, las ruedas empiezan a escupir un lado negro, putrefacto, el pick-up repleto de tiendas de camping y sandías de regalo parece no avanzar. Nervios. ¿Me quito las botas o no cuando tenga que empujar?

Por fin salimos adelante y reemprendremos la marcha. A las cinco horas y media, hemos pulverizado los 250km de la clásica Maxaila-Funhalouro campo a través, y nos espera O Complexo Tropical, con sus lujosas cabañitas de camas de príncipe azul y lavabos todavía por acabar. Una 2M en el quiosco de al lado y la gran ciudad que nos parece Funhalouro nos da la bienvenida, con su avenida de duelo en Ok Corral. La civilización es una cama y un techo, o acabar la velada repasando nuestros rudimentos de inglés con las telenovelas sudafricanas.
Mañana, seguimos con nuestra pesquisas evaluadoras.

martes, 28 de mayo de 2013

Deep in the ground

Después del frío nocturno, siguió la lucha cuerpo a cuerpo con el catre de campaña. Esta vez le dio por romperse en medio de la noche, con lo que la posición durante largas horas fue de todo menos horizontal. Además, uno crujidos metálicos amenazaban a cada momento con mandar todo el tenderete al traste, con lo que el frío pasó a un segundo plano, no por ser menos intenso.
Pero al final también llega el alba, es lo bueno de que la Tierra no deje de girar. Hoy innovamos gastronómicamente, introduciendo en la localidad el concepto de pan tostado, con sal y aceite de oliva, lo que nos ha hecho comenzar el día mucho mejor que lo que acabó la noche.

Vamos andando a Maxaila, porque tenemos cita con el poder popular para discutir de nuestras cosas a la sombra de un árbol. Antes rendimos pleitesía a uno de esos funcionarios, o xefe da localidade, uno de esos personajes que durante todo el día parecen acabarse de levantar en ese momento. Como la locuacidad no es lo suyo, abandonamos rápidamente el interrogatorio topanista, aunque nos da algún dato interesante sobre los planes de futuro de la administración local al respecto del agua.

Ya con la comunidad, visitamos la gran laguna de agua adonde las mujeres acuden a abastecerse:

- La hizo un mulungo (blanco), portugués, en el año 1959. La limpiamos en el 2001, y no hemos vuelto a arreglarla. Pero sigue siendo mejor que los pozos de agua mbaava (salada), y además gratis.

Los mulungos modernos seguimos haciendo pozos de los que sólo sale agua salada, y encima pretendemos que los vecinos paguen y nos enfadamos si no lo hacen. Creamos y porfiamos con comités para gestionar algo que no sirva para nada, revisamos nuestros manuales y teorías del desarrollo, mientras nuestros queridos amigos nos miran con una sonrisa de medio lado y una paciencia tan infinita como el tiempo y el mato.

En Mapungane las mujeres parecen hacer castillos en la arena, al lado de sus huertas, cuando lo único que buscan es agua, para seguir produciendo esa comida de mulungos que tanto les gusta. Bueno, ya no hierven las lechugas antes de comérselas, y adoran los tomates. Después de hablar con nuestras amigas productoras, las única que parecen trabajar en este país, volvemos a nuestra base.

Arroz con frijoles criollos, que superan nuestro pan con aceite, por supuesto, y a contemplar las estrellas.

Frío Tropical

Hay mañana en las que no amanece nunca. Después de luchar contra el catre del madelman explorador y todas las existencias de mantas disponibles, uno se entrega al Señor y se queda dormido. Lástima que sea justo antes de que el guarda empiece a barrer todo el patio de la oficina de nuestros anfittiones y los gallos de toda Machaila empiecen a cantar. Los escasos grados en la noche estrellada no son impedimento para empezar a funcionar antes de que salga el sol. 
Té y galletas, y a correr, Gildo nos en volandas por la maleza cubierta de polvo, a veces tupida y espesa. Empiezan las pesquisas, la comunidad nos espera bajo un árbol y empezamos a hablar de lo humano y de lo divino. El changana no tiene secretos para nosotros, gracias a los oficios de nuestros colegas mozambicanos y de Gildo, que ocultaba su faceta de traductor entre los papeles de la guantera.

- Maaaaaati! El problema es el agua, y aquí los colegas se equivocan poniéndonos cooperativas de carpinteros y dándonos semillas para plantar, no tenemos agua -reiteran las autoridades locales en la segunda comunidad a la que llegamos-. ¿Cómo vamos a hablar de higiene si no tenemos con qué lavarnos?

Pues también es verdad. Se nos acaban las galletas (Agua e Sal, el orgullo del colmado local), pero ya estamos de vuelta al campamento base, pasando por la escuela de otra comunidad para que nos hagan la demostración de rigor. Ducha a golpes de balde viendo poner el sol por un extremo de Machaila, como hubiera hecho Sergio Leone en cualquiera de sus westerns. Vuelta hasta la escuela y ya tenemos la noche estrellada de nuevo aquí.

Buenas tardes o buenas noches, el edén solitarios nos ha hecho perder la noción del tiempo. 

lunes, 27 de mayo de 2013

Camino del mato

Esta vez sí, a las cinco y media nuestro chófer, Gildo (Hermenegildo en su casa), estaba en la puerta esperándonos. El guarda nos hizo enseñar el recibo para dejarnos salir, repostamos, nos despedimos del somnoliento logista que nos había preparado los pertrechos para el safari, y por fin salimos.
Hasta Chokwe, prácticamente sin novedad. En el mercado nos hicimos con algo de cuerda para asegurar dos bidones algo inestables de diesel en la parte de atrás y nos encontramos con nuestro enlace romano.
Nuestra oficial de higiene preferida pidió media vaca con patatas, a saber cuándo íbamos a volver a comer. Mientras intercambiamos impresiones con la expedición que Pigi (Pier Luigi en su casa) dirigía de camino a casa.

- Me he pasado cuatro meses allí. Pero es hermoso Machaila -afirmaba mientras se quitaba sus gafas de veraneante nocturno en Lloret-. Un cielo impresionante, el campo, la tranquilidad, un lugar donde tomar una cerveza helada. ¿Qué más se puede pedir después de venir de Sudán del Sur?

Después de discutir sobre la procedencia del trozo de vaca y apurar el té, encaramos las red de carreteras secundarias mozambicana, en busca de aquel Edén. Atravesando el Limpopo, una línea de ferrocarril se unió a nosotros, como un pasamanos. El tren llegó a una estación, donde devoramos una naranja, único bocado programado para ir acostumbrándose a los rigores esteparios. La carretera pronto entró en obras, con lo que discurrimos observando los procedimientos constructivos viarios, hasta que se acabó el presupuesto, justo al entrar en el distrito de Chigubo.
Con las fuerzas justas y el sol apagándose, llegamos a Machaila. El tiempo contado para desmontar el vehículo y montar nuestros catres de campaña, e introducirlos ya a tientas en una tiendas que la providencia había dejado instaladas.


Cuando el generador acabó su asignación diaria de combustible, contuvimos el aliento y nos introdujimos en las tiendas, a esperar el amanecer bajo tres mantas.

sábado, 25 de mayo de 2013

Cambio de planes

Después de dos días de pesquisas, de interrogatorios sobre lo humano y lo divino, y el porqué de las cosas en los confines de la galaxia, el equipo evaluador pone su despertador bien temprano. Se niega a asistir al festival de música que sacude la ciudad, en aras de dosificar las fuerzas que harán falta para atravesar la llanura.
Suena el despertador, la ducha nos acaba de despertar y a la hora convenida degustamos un té, cuando ni el tío Bob está todavía en el cuadro de la entrada.

- No han traído el coche que pedimos, así no podemos irnos. Voy a hablar con el logista a ver si en una hora lo solucionamos.

La llamada de teléfono nos pone en clave topanista, sabiendo que nos enfrentamos al clásico madrugón con retorno a la cama. A las ocho se confirma y cada uno se da la vuelta en su cama.

Maputo nos cambia una mañana de traqueteo y polvo, por otra de desayuno tranquilo, paseo y compra de víveres en el mercado. ¿Cómo saldrán los espaguetis que identificamos como menú de campaña? La lectura de inacabables informes y un encuentro con la gente del barrio (el de allá), nos entretiene hasta la hora de la comida. Por la tarde, sesión de interrogatorios con otros testigos, con los que los dos detectives cooperantes acaban tomándose la última cerveza antes de ir a cenar.

Mañana nuevo intento de abandonar la nave.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Evaluators

- Issa é a equipa d'avaluaçao.

Así nos presentan a la compañera de expedición topanista y a un servidor, ante la pléyades de cooperantes y oriundos, a lo largo de la sede con piscina de la ONG. Atrás queda el remozado aeropuerto, sin controles ni preguntas absurdas sobre las oscuras intenciones que nos traen al país. Un sello, una sonrisa protocolaria, la maleta y a correr por Mozambique.
Antes, nos instalamos en Fatima's Place, de la cadena de establecimientos de la secta mochilera, con su retrato del tío Bob haciendo maravillas con las manos, y pizarras de muchos colores anunciando el menú de la semana y las excursiones para turistas con pocas ganas de abandonar la nave nodriza.

Adormecidos por el ruido de la cascada en la piscina olvidada, empezamos a evaluar. Un tercer grado en toda regla contra nuestra anfitriona, para responder a algunas de las preguntas apuntadas en una libreta durante 6 horas a miles de metros sobre el nivel del mar. Después de la sopa de legumes y la primera Laurentina en el parque, se une el oficial WASH, de Córdoba, aunque parezca extranjero.

- Estaría bien que hablarais también con el HPM.

Pronto nos aclaran que no es ningún tipo de impresora, sino una persona. Seguimos con nuestra lista de sospechosos habituales, a la par que trazamos un mapa sobre la sabana mozambicana, casi en Zimbawe, y administramos nuestros días.

- Habrá que comprar galletas y esas cosas. Por allí no hay comida.

Está bien la aclaración, mientras cenamos en el restaurante local, dotado de sillones que ya quisiera cualquiera para su oficina, y volvemos a Fatima's a degustar una 2M rodeados de los acólitos de Bob, antes de dormir, para igualar la balanza cervecera.

martes, 21 de mayo de 2013

Fly me to the (half) moon

De nuevo en el aire. Silencio, se rueda. Breve entrada para dar comienzo a la nueva serie topanista, esta vez por los caminos polvoriento del África austral.

El mundo cambia, sin embargo, y en vez de hacer el preceptivo trasbordo en Frankfurt o Londres, la caravana se dirige a oriente. Empezó con un Fly me to the moon zíngaro, apuntando el trayecto, interrumpido por un señor de marrón con chaleco amarillo y porra, que hacía que no veía a los tres jazz men rodeados de maletas. Y la luna se ha convertido en media, en medio del Golfo Pérsico, probablemente en el desplazamiento por pista, entre avión y terminal, más largo jamás contado. Yakashumi y su colega se han bajado en la primera parada, después de 10 minutos por el desierto de Arabia, y si no es por la pareja de cirujanas niponas que han gritado su nombre a través de esa máscara, que no se han quitado en 6500 millas ni para beberse un vaso de agua, se quedan en Doha.

Pues nada, aprovechando el wi-fi petrolero, damos por comenzada la serie. Laslo se desliza con su permiso  bajo la manta de Qatar Airways (muy fea, no vale la pena meterla disimuladamente en la mochila), Océano Índico hacia el sur.