miércoles, 29 de mayo de 2013

Big City

Una vez descartada la cama como instrumento para dormir, el hombre blanco llegó al suelo y encaró su última noche de camping. Por fortuna, el frío se apiadó de todos nosotros, y las últimas tostadas en las brasas de Maxaila fueron de buen humor y entrañable despedida.
Tomamos el camino de Funhalouro con decisión y valentía, a pesar de que el laberinto de caminos a través del bosque hacía prever lo peor. Por fortuna, Gildo hizo gala de sus dotes con la lengua local y preguntando se llega a Roma, ya saben, y también a cualquier lado en Mozambique. A las tres horas y cien kilómetros de rally por el monte, descendimos a una laguna, cuya extensión escapaba a la vista. Como aparecidos en otro mundos, intentamos atravesar el lodazal:

-Gildo, yo creo que tendrías que ir por la pista rodada, no salirte de ella.

Nuestro lingüista consumado no tomó en cuenta el consejo de aprendices de Carlos Sainz. Tensión en el ambiente. Uno confía en la escudería Nissan, pero no tanto. Gildo aprieta los dientes, las ruedas empiezan a escupir un lado negro, putrefacto, el pick-up repleto de tiendas de camping y sandías de regalo parece no avanzar. Nervios. ¿Me quito las botas o no cuando tenga que empujar?

Por fin salimos adelante y reemprendremos la marcha. A las cinco horas y media, hemos pulverizado los 250km de la clásica Maxaila-Funhalouro campo a través, y nos espera O Complexo Tropical, con sus lujosas cabañitas de camas de príncipe azul y lavabos todavía por acabar. Una 2M en el quiosco de al lado y la gran ciudad que nos parece Funhalouro nos da la bienvenida, con su avenida de duelo en Ok Corral. La civilización es una cama y un techo, o acabar la velada repasando nuestros rudimentos de inglés con las telenovelas sudafricanas.
Mañana, seguimos con nuestra pesquisas evaluadoras.

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