lunes, 30 de agosto de 2010

Chapuzon y tıempo muerto


Daha Büyük Haritayı Görüntüle

Hoy hemos dedıcado el dıa a matar el tıempo. Nos hemos dado una atraccıon por la prıncıpal atraccıon turıstıca de la cıudad y despues se nos ha ocurrıdo que lo mejor que podıamos hacer era ınspeccıonar el patrımonıo deportıvo de Konya.
Ası que nos hemos puesto como reto encontrar la pıscına munıcıpal descubıerta (atencıon, para superar esta prueba no nos sırve la cubıerta) y darnos un banyo de despedıda de estas calurosas tıerras.
Como resulta que lo de las pıscınas descubıertas es una horterada y ya no se lleva, en Konya han decıdıdo taparla. Menos mal, que el vecıno hotel de cınco estrellas, al otro lado de la rotonda, en lo que vıene sıendo el extrarradıo, han abıerto sus puertas a los dos de Barakaldo, algo afectados por el calor.
Ası, bajo la atenta mırada de otros turıstas con mas posıbles, que sospechaban algo a partır de las camısetas agujereadas y las patıllas de Curro Jımenez que lucıamos, nos hemos dado un banyo dıgno del hotel que albergaba tamanya ınstalacıon. No hemos querıdo tentar a nuestra suerte abrıendo la nevera del bar de la pıscına (que mal esta el servıcıo, te sıentas y no te ofrecen nada), y hemos vuelto a nuestros barrıos una vez recompuesta nuestra temperatura corporal.

Sıesta de manual en el parque, a lo homeless, e ınternet, en la que debe ser la ultıma entrada de este vıaje. Esperemos que Mr. Vuelıng me devuelva la maleta y no de mas oportunıdades a la lıteratura bloggera.

Hasta la proxıma trıbulacıon, topanıstas del mundo.

domingo, 29 de agosto de 2010

Ataque nuclear en Konya


Viendo cómo se quedan las calles de esta populosa ciudad, con su tranvía soviético setentero, uno se hace la idea de cómo debe ser un ataque nuclear. Todo el mundo contando los minutos y segundos, ante su plato de ensalada y sus canapés. Los restaurantes abarrotados, las tiendas cerrando, las panaderías no dan abasto sacando adelante a cuatro manos su producción de pidesi, las pizzas locales. El fin del mundo, vamos.
Por fin, como en Trabzon, el cantaor de turno se arranca por soleares, megáfono en minarete, y se desata la euforia gastronómica. Todo vuelve a funcionar, como con el tres en uno. Nuestro entrañable tranvía vuelve a llenarse de gente para transportarla a la otogar, a catorce kilómetros del centro. Esto sí que es planificar el crecimiento de una ciudad, y lo demás improvisación.

No hay mucho más que contar, hoy ha sido una jornada de transición. Hemos salido a duras penas de Irhala, al vernos incapacer de renunciar a nuestro desayuno de cada día y no poder tomar el primer autobus hacia Aksaray. Y por la tarde apenas hemos contemplado el espectáculo habitual del fin del mundo, el calor pesa a la que bajamos de altitud en estos pagos.

Mañana, haremos algo más de tiempo hasta dirigirnos al aeropuerto, de vuelta a casa. Esperemos que el ataque nuclear no nos dé más dificultades de las habituales.

sábado, 28 de agosto de 2010

Down in the river


Pepi, te lo dije, fue una mala idea poner el tresillo en el jardín. Sabía que a la que nuestra vecina Manolita se pusiera a regar los geranios, se liaría una así. Mira cómo nos ha dejado la terraza, a ver cómo quitamos estas humedades. Y ya me explicarás, los muebles de IKEA no nos llegan ni a Navidad, a ver quien se los trae desde Ankara en el dolmush, como si fuera tan fácil.

El cañón de Ihrala es como el del Colorado pero algo más civilizados, con su alfombra de césped, sus papeleras, sus salones de té, aunque a alguna se le haya ido la mano buscando el frescor de las aguas. Una delicia turca, en medio del páramo que ya hemos relatado varias veces. Algo con clase, vaya, donde tienes que abonar la preceptiva entrada, ineludible si no tienes habilidades caprinas para saltarse el puesto de control, justo pasado el puente de la carretera que lleva a Aksaray. Resulta chocante pagar para entrar en el campo, no sé adónde vamos a llegar con esto de la integración europea en Turquía.
A medio camino, hemos devorado el ya tradicional melón, rodeados por la compañía municipal de patos, en su hora de descanso. Está todo previsto y calculado, usted se sentirá con un pequeño Pachá en los salones instalados a ras de agua, degustando uno de esos desconocidos vinos capadocios, a 20 euros la botella.
Río arriba, hemos seguido con el inventario de iglesias devastadas por la gravedad, en un recuento sin fin de fachadas desplomadas y de frescos en fase de descomposición. Seguro que quien se dedicaba a robarles el rostro a todos los ángeles y querubines del cielo, ni siquiera había pagados las cinco liras al cowboy que protegía el flanco norte, qué desastre.

Ya en Ihrala, en lo que viene siendo el donwtown, nos hemos dado un pequeño homenaje truchero. Nos lo merecíamos después de haber concluído otra etapa de montaña, y río, claro. Mañana, camino de Konya, día de transición, penúltimo en nuestro periplo.

viernes, 27 de agosto de 2010

Viaje al fondo de la tierra


Queridos topanistas, estos días nos estamos prodigando en el arte de la espeleología, visitando los mundos que construyeron los trogloditas. Casas, iglesias, pasadizos secretos, ciudades enteras bajo las montañas de arenisca blanca, roja y rosa. Ahora, el inframundo ya no es lo que era, usted se puede encontrar con verdaderas marabuntas intentando comprobar si era cierto que cabían diez mil en aquella cueva de varios pisos, tal y como asegura el folleto correspondiente y la agencia de viajes que le ha vendido el maravilloso tour por la Capadocia.
Como si de una prueba de carga se tratara, los intrépidos turistas se concentran en las salas que los concienzudos trogloditas fueron excavando durante años, claro, a su altura y semejanza. El turismo nórdico lo pasa verdaderamente mal, en tanto que el japonés siente más a su medida el enjambre de pasadizos que comunican las diferente plantas del hormiguero que hemos visitado hoy.

La etapa de hoy ha sido una prueba de nervios, no era fácil esperar que la delegación americana pasara totalmente para volver a la superficie por el mismo pasillo, angosto hasta decir basta. Una prueba más de que nuestro queridos trogloditas estaban perfectamente civilizados y tenía los nervios de acero.

Por la tarde, en un largo esprint final, hemos llegado a ver la última puesta de sol en Göreme en nuestra terraza, acompañados irremediablemente por una Efes, tras habernos abierto camino por otras maravillas trogloditas, como puede apreciarse en la foto. Mañana, nos dirigimos hacia Ihrala, un poco más cerca del fin del viaje, al fondo de la tierra o simplemente de las vacaciones.

jueves, 26 de agosto de 2010

Grapefruit en el Jardín del Edén


Si buscais en el séptimo libro de Mustafá, en la última entrada, com si fuera un bíblico blog, podréis leer la entrada del día de hoy:
"Nunca en la vida hubieramos podido imaginar comer un pomelo como este, tan bueno y generoso como tú y los valles en los que vives. Ojalá se mantenga todo así diez mil años más, por lo menos".

Como en el Monte Ararat, nos hicimos cargo rápidamente de la leyenda. Lo peor que le podía pasar a Adán, hace esos miles de años, es que le expulsaran de ese jardín de caminos que se bifurcan, como dirían aquel, a vagar por el erial polvoriento que se extiende lejos de las huertas y las recónditas cuevas de los valles de Göreme. El Edén era tan sencillo como eso, una huerta llena de manzanos y viñas, de membrillos y moras, al alcance de la mano, y lo demás, el mundo exterior, el páramo inhóspito.
Por suerte no nos perdimos ni quedamos los suficientemente anodados como para no encontrar el final de nuestra ruta, a pesar de las colmenas labradas en la piedra de arenisca ni las torres coronadas por huevos prehistóricos, como diría el otro.

Allí estaba Mustafá, que debe de formar parte ya del paisaje, regentando su camping para turistas low cost con familia, a las afueras de Las Ramblas capadócicas en las que se ha convertido el centro de Göreme. Nos hizo firmar en su libro de visitas, como el ángel que guarda el jardín, y nos agasajó con los mejores pomelos que podíamos comer. Los del Edén, por supuesto.

Mañana, seguimos de visita en el Neolítico, nos quedan demasiados rincones como para marcharnos.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Las Ramblas llegan a Anatolia


Todo el mundo sabe que Las Ramblas no duermen nunca. Uno se puede encontrar allí a media ciudad en cualquier momento de la noche. Lo que no sabíamos es que, mediante alguna inflexión espacio-temporal, llegaban hasta el corazón de Anatolia.
A las 4.50 a.m. estábamos, puntuales, en lo alto de la cima del Nemrut Dagi. Vamos, pensando que íbamos a ayudar al guardia de turno a levantar la puerta. Pero se nos había adelantado una numerosa representación de la comunidad turística que, apostada ante las famosas cabezas, esperaba el amanecer.
En algún momento pensamos que nos habíamos equivocado de atracción, y dedujimos que se esperaba a una abducción o un avistamiento marciano, ya que todo el mundo ignoraba el monumento y se dedicaba a esperar impacientemente la salidad del sol, como si tal hecho no sucediera todos los días.
Dicho y hecho: cuando se produjo el orto solar, los ocupantes de Las Ramblas volvieron por el mentado túnel espacio-temporal hacia Plaza Catalunya, imaginamos que a desayunar merecidamente, como hicimos nosotros de vuelta a nuestro albergue montañero.

Delicioso placer ese de desayunar, y más encontrar compañía para luego seguir el viaje hasta otra de la salidas del frecuentado túnel, este desde Via del Corso: Güdeme, en Capadoccia. Si algún romano esperaba tranquilidad y anonimato, que no venga por estos lados. Por todo lo demás, y por lo poco visto, absolutamente recomendable.

Mañana intentamos confirmar lo que parece evidente.

martes, 24 de agosto de 2010

La revancha del ferıbot



El prımo de Mustafa, el que nos vendıo el tour por el lago Van, tambıen tenıa una negocıo de buses en Dıyırbakır. Por algun sortılegıo o la sımple fatalıdad del destıno, despues de bajar del dolmush nuestros pasos nos llevaron a sus ofıcınas en la capıtal kurda. Y hacıendo honor a la famılıa, nos ıntento vender otro tour turıstıco por la presa de Ataturk. Hombre, no es que tengamos nada en contra de la ıngenıerıa hıdrologıca turca, pero no era nuestra ıdea. Confıamos en nuestro ınstınto vıajero, y le dejamos allı despotrıcando solo contra la ınfınıta maldad humana y la unıca grandeza, dıvına.
Dıgo que habıa algo de sortılegıo, porque al sentarnos a comer en el unıco sıtıo que donde nos quısıeron servır comıda, desde la dıstancıa ıntento ajustar cuentas. El ajuste de cuentas tuvo lugar a traves de dos pımıentos asados, que a sımple vısta podrıan haber estado en cualquıer escalıbada patrıa, pero que eran dos bombas de relojerıa, que cası acaban con la mucosa gastrıca de estos dos experımentados gourmets.

Superado el trance y localızada la ruta correcta, nos lanzamos a la carretera. En Sıverek hıcımos una agradable escala y unos quılometros mas alla nos tomamos justa venganza de nuestro vıaje en ferıbot fustrados el dıa anterıor. Una gavarra atravesaba la susodıcha maravılla de la ıngenıerıa turca, y vıno al encuentro del dolmush que nos llevaba a nuestro ultımo relevo, no sın antes dejar en tıerra a la troupe de extras de la ultıma pelıcula de Emır Kosturıca, a lomos de sus Renault 11 todo terreno.
Como vıejos lobos de mar, vadeamos el rıo y nos plantamos en Narınce. Con la moral por los aıres, nos avalanzamos sobre las rampas del Nemrut Dagı, con el proposıto de dormır en un campamento base y ver sus famosas cabezas al despuntar el alba.

Dıos nuestro senyor se apıado de nuevo de los dos de Barkaldo, y envıo otros dos emısarıos motorızados, Mıquele y Francesca, resıdentes en Roma y turıstas en Turquıa, que nos deposıtaron frescos y exhultantes en el hotel mas cercano a la cumbre. Todo un golpe de efecto dıvıno, sera que nos quıere frescos para honrar las maravıllas que nos esperan manyana.

lunes, 23 de agosto de 2010

Dime cuándo, cuándo, cuándo



El topanismo autobusero y marítimo es ya un clásico de la literatura de viajes. Mucho se ha escrito y padecido de los viajes hacia adelante, atrás y a ninguna parte, y hoy hemos vivido una jornada de ese estilo.
Tras atravesar las tierras altas turcas, dejando atrás Dogubayazit y su Arca perdida, llegamos a Van. Ufanos por la facilidad del viaje, intentamos tomar el feriboat, o lo que se viene a llamar el barco, para ir a la otra orilla del hermoso lago que da nombre a la ciudad (o al revés, nunca lo sabremos). Empezamos nuestra encuesta sobre el misterioso horario de salida del holandés errante, con erráticos resultados.
Según el simpático autobuseros que nos llevó a Van, no había tal barco. El señor del dolmush se aventuró a decir que a las dos. Ya en el muelle, dos transeuntes gentilmente apostaron por la una del mediodía. El despistado contramaestre, en dique seco, nos convocó a las cinco de la tarde para salir a las siete, como si de un vuelo internacional se tratara. Ya en el restaurante, que luego resultó ser la cueva de Alí-Babá, apostaron por las tres de la tarde.

Ante tal dispersión de resultados, decidimos volver a la carretera, como hubiera hecho Miguel Ríos en sus tiempos mozos. Dos intrépidos autobuseros nos interceptaron en la Otogar y nos vendieron un billete para ir en dos horas al otro lado de aquel lago que se estaba convirtiendo en la mar océana. Cuando tomamos rumbo al norte de nuevo, supimos que estábamos viviendo un nuevo capítulo de la susodicha leyenda topanista, deshaciendo una hora de camino y dándole la vuelta al lago por el lado más largo. Tras el preceptivo control militar, a diez minutos de llegar a nuestro destino y después de más de tres horas de viaje, el señor conductor de primera, decidió que tenía hambre y se paró a tomarse su bocadillo correspondiente, durante una buena media hora.

Por suerte, Bitlis nos ha acogido de buena gana, hemos dado cuenta a un melón de la cosecha del 2010, y nos hemos tomado unos çays con la parroquia local, sorprendidos de ver a dos exploradores topanistas en sus dominios. Mañana Diyarbaquir, a ver qué se cuentan los kurdos.

PD. La foto es de otro día, hoy el mosqueo no nos ha inspirado con el audiovisual, y hemos corrido un tupido velo.

Chirimiri universal



De nuevo, nuestros intrépidos amigos de Barakaldo, Iñaki y Patxi, se dieron un paseo, a ver si desde lo alto de la peña veían alguna parte del Arca de Noé.

- Joder, no lo entiendo, cuatro gotas que caen y la gente se acojona, ¿no Iñaki? ala, ahora vete a encontrar donde se quedó la trainera.

Una vez visto el palacio, discutiblemente catalogado como de las Mil y Una Noches por nuestro pepito-grillo-ángel-de-la-guarda del planeta Loli, no encaramamos en la primera peña que vimos, por aquello de que no hay nada como la línea recta para llegar antes a cualquier sitio. Lo malo fue que nos dejamos el parapente en el hotel, y era un poco peligroso saltarse el pequeño precipio con el que no habíamos contados para acceder al punto de vista correcto.
Así que en un ejercicio alpinotopanista, deshicimos lo escalado, para volver a la senda correcta, y de ahí atacamos el puerto de montaña. No es la etapa reina, pero es de aquellas que puede decidir un Tour. El equipo de Marco Pantani, que nos seguía como podía, no pudo con el ataque final de Mikel Indurain, y llegó sin opciones a la meta.
La única opción que se le dio fue compartir un trozo de queso en la meta, que nos había sobrado del avituallamiento, y la incomparable vista de la más antigua montaña de la antigüedad, el Monte Ararat, justo cuando se ponía el sol en lo que fue el mundo sumergido por las aguas del chirimiri universal.

De vuelta, Dios nuestro Señor nos envió un querubín taxista, para recoger al escombro de ciclistas al que habíamos quedado reducidos. Mañana, a llanear hacia el sur oeste.

sábado, 21 de agosto de 2010

Topanismo angolano

El topanismo se practica en todas las latitudes, es algo comprobado científicamente.

Todo empezó el pasado martes a las 5.00h. Me levanto, me ducho con agua fría, por supuesto, preparo la mochila para pasar toda la semana fuera de Sumbe. Zumo de brick y "bolacha" nacionales y a las 6.00h ya estamos montados los 12 del equipo en las viaturas rumbo Quibala, de la que nos separan 150km. Una hora, dos horas, tres horas y media hora más y conseguimos llegar. Como de costumbre vamos a la Repartição de saúde a presentarnos y a que el Jefe nos acompañe a hablar con el gobernador municipal, que es como el alcalde de todo el territorio, el que manda, a pedirle su licencia para trabajar y también que nos dé alojamiento y comida. En estaocasión era una mujer gobernadora y de armas tomar. Se negó a apoyarnos, diciendo que no tenía dinero y que no tenía casa de pasagem para alojarnos…, no sabemos hasta q punto era verdad o había piques con el gobernador provincial que nos había prometido el apoyo de todos los municipios, de hecho, hasta ahora nos han tratado fenomenal en todos sitios. El proyecto da 6.000KW por persona y día para cubrir alguna comida o imprevisto, pero aquí la pensión más barata (y seguro que supercutre) cuesta 8.000kw (unos 65 €) y un plato de comida 1500kw, así que era inviable quedarnos. Y media vuelta, y a Sumbe, por donde vinimos!.

PD. Mis compañeros no perdiron la ocasión y pararon a comprar en medio del camino en un "mercado" informal. En el campo los alimentos son un poco más baratos que en la ciudad. Yo también me llevé "mamao", una papaya buenísima.

 

 

 

En la ruta de la seda



Dejamos Posof atras, despues de acordarnos de nuevo que tampoco se desayuna durante el Ramadan (ımprovısamos rapıdamente con unas uvas, pan del dıa anterıor y algo de queso recıen comprado en el colmado, todo ello expuesto ante la antenta mırada de los sufrıdos seguıdores de tan nutrıtıva tradıcıon) y de una ınedıta negocıacıon con el conductor del mınıbus. Cası a medıo dıa estabamos en Kars y gracıas a la coıncıdencıa con dos mılaneses, vıajantes low cost como nosotros, el vıaje a Anı nos salıo bastante en la medıa budget del perıplo.

Anı fue la capıtal de Armenıa y ahora se mıra a su antıguo paıs desde este lado de la frontera, separada de lo que fue el ımperıo de los caramadas por un ımpresıonante canyon. Canyon que tenıan que atravesar todo aquel que sıguıera su camıno en la ruta de la seda, hacıa el lejano este. Como dırıa Gıla, todo roto y por los suelos, y el ayuntamıento sın hacer nada, pero realmente ımpresıonante, una cıta ıneludıble con la hıstorıa. Por un momento podıan sentırse las cıen mıl personas que llegaron a vıvır en lo que ahora es todo ruına, entre las catedrales, ıglesıas, mezquıtas y calles que todavıa resısten en pıe. Hay que decır, como decıa nuestra querıda amıga mılanesa, que se nota de que pıe cojean a la hora de restaurar, hay cıertas preferencıas en el ayuntamıento a la hora de recomponer las pıedras, vaya.

Kars nos ha recordado que se aproxıma el otonyo, con los sıete grados de mınıma que se avecınan esta noche. Sın verguenza alguna, hemos asaltado el mercadıllo en busca del ultımo grıto de la moda kurda, y me he hecho con un modelıto bastante aceptable, de barrıobajero de Harlem. Nunca se sabe que pelıgros hay que auyentar nı que rıgores habra que enfrentar,manyana, rumbo al Monte Ararat.

Encontraremos el Arca con estas pıntas, Indı?

viernes, 20 de agosto de 2010

A secret place



Nuestro veloz taxısta armenıo salıo rumbo Verdzıa despues de habernos dado una leccıon de "concurrencı" con el sımpatıco conductor del mınıbus (no me hagaıs decır la palabra en georgıano), al que acababa de bırlar los dos unıcos pasajeros que tenıa. La cosa cası acaba a tortas, despues de que el armenıo en cuestıon bajara de su vehıculo a decırle cuatro frescas al ınefable georgıano, pero no paso de ahı.

Verdzıa es como un queso de gruyere, una pared de un canyon que esconde en decenas de pequenyas cuevas, todo un monasterıo, con su ıglesıa repleta de frescos y de pasadızos que llevan a camaras secretas. Algo ası como el casıno de Posof, adonde nos llevo Alexander Georgevıch (ımagınamos que es su nombre artıstıco), al vernos deambular por las calles del pueblo, suplıcando un çay una tarde de Ramadan cualquıera. Subımos unas escaleras anonımas y allı estaba el sector anarcosındıcalısta de Posof, renegando del Ramadan a golpe de çay y Marlboro, en medıo de una tımba del poker local. Imagıno que, salvando las dıstancıas, los dorados anyos de Chıcago fueron ası, solo habıa que saber la palabra justa, la clave precısa para entrar en el lugar que estabas buscando. Rapıdamente hemos recuperado nuestras habılıdades con el turco, repasando alıneacıones y algo de polıtıca en clave ınternacıonal, lo justo para entrar en calor.

Posof ha sıdo volver a casa, a la patrıa medıterranea; donde la gente de entrada sonrıe y te saluda, come bıen, le gusta pasear al al caer la tarde y los coches no ıntentan atropellarte a la prımera oportunıdad. O, sımplemente, donde es sencıllo encontrar un lugar secreto.

Por fın en Turquıa, aunque hoy tendremos que hacer noche en este pueblecıto de las montanyas, con su gran bandera y su montanyas, que uno nunca se ımagınaba aquı. Esperemos que manyana nuestro hotelero-conductor nos lleve sanos y salvos hasta Kars.

Alcoholic Brotherhood



No es que sean bruscos, aunque a primera vista lo parezcan. Lo que pasa es que despues de pasarse todo el dia aburridos, en su desacomplejada vida contemplativa, sin nada que hacer porque las mujeres de este pais no les dejan hacer nada y se encargan de todo, desde ordenyar las vacas hasta regentar todo tipo de negocios, se le pone un poco agrio el caracter. Por la noche recuperan el control de la situacion y con un par de Netakhtaris son capaces de recitar entera la alineacion de la seleccion espanyola, a la que desde aqui mandamos un sincero saludo por todos los buenos ratos y converaciones topanistas que nos ha brindado. Nuestro nivel de georgiano no seria el mismo sin la impronta que ha dejado la campeona del mundo en nuestros anfitriones.
Pero hasta que se desata la famosa hermandad alcoholica, digamos que los pecho lobo locales tienen un pronto dificil, y no son la alegria de la huerta. Cuando llegamos a la piscina que Alexander Romanov mando construir al final del paseo para banyarse con sus colegas bolchevıques, que ya empezaban a despuntar en Borjumi (todavia de en paz y companyia), que encontrareis si seguis rio arriba, comprobareis lo que digo. Unos feroces guardianes de la simpatia georgiana regentan el garito.

Cuidado con poner la toalla mojada en la silla de plastico, acarreada en mulas desde el Carrefour de Moscou, y ni hablar de poner los pies encima. Y no espereis que nadie os sirva un te o una Kazbegi: como una especie de Ramadan de las iglesia georgiana, la unica verdadera, la hermandad empieza a degustar lo que mejor manufactura Georgia cuando cae la noche. Ebrios por la musica ligera italina de hoy y de siempre, exhiben su dominio del futbol continental a quien quiera verlo.

Cambiamos el Caucaso por su hermana menor, buscando ya la frontera con Turquia, y averiguamos en Borjumi por que triunfo la revolucion rusa: los Romanov volvian descompuestos tras su mes de vacaciones en el balneario que mandaron construir, despues de la ingesta continua de agua milagrosa, y asi no hay manera de llevar un imperio. Lastima de rublos mal empleados.

jueves, 19 de agosto de 2010

La Montaña Mágica



Iñaki y Patxi decidieron ir a tomarse un café con Josu, que trabaja en la estación meteorológica, según se pasa el glaciar de Gergeti, a mano izquierda, justo debajo del Monte Kezbek, que está por encima ya de los cinco mil metros.

- Oye, Josu, nada, que no teníamos nada que hacer y vamos cómo está el hielo por allí. Vete preparando el café que estamos ahí en un rato, que si tardamos es porque Patxi va haciendo fotos.

En manga corta y con las zapatillas de andar por casa (el día anterior hubo un conato de hacerlo en mocasines) se fueron, con lo puesto, caminito arriba. La verdad es que, si no eres de Barakaldo, te lo preparas mejor: unos crampones, unos palos de esos de esquí, la vajilla de la abuela, la tabla de planchar, nunca se sabe qué puede hacer falta allí arriba. En las ocho horas de ida y vuelta, los dos forofos del Atleti vieron pasar más bultos que por la frontera de Pasaia. Pero, total, para tomarse un café con Josu, tampoco hay que hacer un drama, ¿no? Aunque luego hay algunas (que no se entienda como un comentario machista), en un ejercicio topanista de luxe, que deciden subirse con el ajuar a hombros y bajarse el mismo día, sin quedarse a dormir con el bueno de Josu, a la fresca del glaciar.

La montaña mágica, después de haberla casi tocado con los dedos, nos dejó ver su rostro muchas horas después. Impresionante, realmente hay que ser del mismo Barakaldo para llegar a superarla y subir a su cima. Desde un lejano café en Kazbegi y con las rodillas y los pies seriamente tocados por la cronoescalada, apurábamos la tarde viendo entre las nubes toda su inmensidad. Temíamos por los que nos habíamos ido encontrando ya a la bajada, que trataban de ascender con todo su equipo, recién comprado en la sucursal de Decathlon de Tel-Avi o de Varsovia, ignorantes de lo que le iba a hacer sudar el camino.

Devoramos otra suculenta cena a sus pies, sopa, por favor, pensando ya y apesadumbrados por dejar atrás semajante rincón del mundo. Mañana volveríamos a Tblisi y de ahí hacia Turquía, pasando por el balneario de los Romanov, en Borjumi.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Mi reino por un plato de sopa



Sentados en el balcón, mirando una montaña tan alta como el cielo, hemos cerrado un día pleno de satisfacciones. Nuestro viaje nos ha llevado de un límite a otro, no ya de Georgia, sino casi del mundo. Del desierto de los eremitas hasta la montaña donde encadenaron a Prometeo por robar el fuego de los dioses, se dice pronto, de un día para otro. Con algo más de tiempo, suerte y dinero, lo más normal es que el gran Laslo hubiera instalado en este país la meca del cine de la Europa del Este. No se le puede pedir más: playa y petardeo de telenovela en Batumi, arrabales industriales postsoviéticos (pensamos que es necesaria una versión georgiana de las aventuras del Vaquilla) en las afuera de Tblisi, Sonrisas y Lágrimas caucásicas en Kazbegi, arte y ensayo pseudoparisino en los barrios bohemios de la capital. Todo en uno, insuperable.

Nos hemos sentado ante un plato de sopa, y arrullados por la lluvia repicando en los tejados de zinc de Kasbegi , ya entrando la noche, hemos cenado como hacía tiempo que no lo hacíamos, absortos por tantas maravillas. Hay que reconocer que el kebap de anoche puso el listón muy alto, pero donde esté una buena sopa, mezclada con el fresco que trae una tormenta de verano, no hay nada que discutir.
Además, esta tarde hemos visto y hecho uno de los mejores planos de “Camarada Walter”. ¿Qué más se le puede pedir a una carretera de ciento cincuenta quilómetros?
Mañana nos espera la etapa reina, en el ecuador de nuestro periplo, la clásica cronoescalada Kazbegi-Kazbegi, pasando por el glaciar de Gergeti.

lunes, 16 de agosto de 2010

Un lugar en el mundo

Todos buscamos un lugar en el mundo, para nacer, para vivir, para retirarse o simplemente para pasar una tarde de domingo, o de lunes, como fue el caso. Unos lo encuentran al borde de unos acantilados sin mar, como los eremitas de Davit Gareja, adonde nos llevó Majmal en su Mercedes de apoderado, bregando con el camino de cantos rodados y baches que va desde Soredjo hasta el pie del monasterio. Mirando al horizonte, buscando Azerbaiyán entre la calima, uno aprecia la intimidad de cada celda , escavadas en la arenisca que forma la cordillera, y la pausa de frescor que nos ofrecen como un presente.
La inevitable turista alemana (esto es un pueblo con tensón!) nos indicó la ruta hacia las cuevas, una vez habíamos escalado la cima a golpe de chancleta y curiosidad. Se mascaba la tragedia, porque hasta aquel momento, el recorrido tampoco valía los 80 laris negociados nada más salir del metro con el primer taxista que encontramos. Una vez encaminados, cada celda nos fue mostrando un pequeño lugar en el mundo, repletos de frescos y vistas a la inmensidad de la estepa asiática, buscando el Mar Caspio.

Pero no hace falta ir a David Gareja, Tbilisi le deja a uno algo tocado, precisamente por haber encontrado una de esas ciudades repleta de rincones, de patios con sillas llenas de gente bebiendo Kazbegi al fresco de la tarde; de balcones de cenefas de madera, curvados hasta la extenuación; de balcones con rejas imposibles; de vistas a un río que no quiere irse de la ciudad.

Al atardecer, tampoco nosotros queremos irnos, pero mañana nos espera el Cáucaso, rumbo a Kazbegi (no la cerveza sino la ciudad). Nos vamos sabiendo que hemos encontrado un lugar en el mundo, donde es fácil sentarse y ser invitado por la parroquia local a una ronda más, y acabar hablando todos en georgiano.

domingo, 15 de agosto de 2010

Red, red wine


La cosa tiene potencial, pero no basta. Está muy bien que, Boris, que hayáis inventado el vino, hace unos cuantos siglos por cierto, pero esto hay que mejorarlo. También los ingleses inventaron el fútbol, y ahí les tienes, no ganan nada, ¿desde hace cuánto? Debes comprender que una cosa es el mosto y otra el vino; tienen algo que ver, pero no son lo mismo.
Hoy le hemos dado una segunda oportunidad al vino georgiano, el mismo que servía Marcus en su chiringuito y el que nos coló Boris en su recoquetona terraza en la calle más concurrida de Batumi, a 3 lari el vaso. Ese bar "so cool" con el que cualquier balneario con perspectivas de tener un lugar en el mundo, debe contar. Un lugar donde los pobres guiris podamos recalar y sentirnos lo más molón del mundo, a pesar de nuestra barba de tres día, nuestros pies negros y nuestra insorportable fragancia personal.
Hay que decir que la cosa ha mejorado notablemente, que hay potencial, pero que hay que seguir mejorando, camaradas. Se comprende lo de 40 años bajo el yugo soviético, pero hay cosas que siguen sin cuadrar. ¿Era necesaria la catedral, nueva de paquete, en lo alto de la montaña? ¿Y la pasarela, a lo Calatrava, en medio del río? Pero si no lleva a ninguna parte. Creemos que hay que empezar a plantearse el tema de prioridades, en serio, o un día de estos se nos va a caer la casa o, lo que es peor, se le va a caer a alguno de los mochileros que se esconden en esos encantadores y decrépitos albergues que llenan la ciudad.

Ya hemos descubierto que este es el juego homólogo a las Pasyion turca: "descubra usted en casa y en qué piso, en perfecto georgiano, se halla el albergue". Por suerte, el de Irina y su matriarcado, fue relativamente fácil encontrarlo, y hemos decidido instalarnos por unos día en la capital georgiana, en esta residencia para viajantes low cost, levantando el turismo georgiano.

Como el vino de Marcus y Boris, Tblisi necesita algunos retoques, pero tiene madera para ser una de esas ciudades con cuerpo y buqué. Como digo, yo no habría empezado haciendo una nueva cúpula de neón en el Parlamento, como la que sale en Mad Max 3, quizás arreglaría antes los barrios que lo rodean, por ejemplo, pero eso ya va a gustos. Tampoco hacía falta embutir 40 bares en la única zona restaurada del casco antiguo, un poco excesivo, la verdad.

Mañana iremos hacia el desierto y la frontera de Azerbaiyán, a darnos un cambio de aire.

Con permiso de Georgia

Me cuelo en el relato de los compañeros topanistas para recordar que existen otros mundos, África, por descubrir. Aquí las casas y la tierra son una única cosa, es un continuo en el paisaje, nada parecido al Caribe.

De momento el trabajo sigue su curso, con ciertos sobresaltos que aquí parecen no sorprender demasiado a los colegas: un técnico de obras pública ha resultado ser un alcohólico pesadísimos que hemos tenido que despedir, en Waco Kungo nos querían hacer pagar unas comidas que en principio nos habían "ofertado" (la friolera de 55€ al día por 3 jornadas que estuvimos, cada uno!), viaturas con ruedas sin dibujo, gastroenteritis galopante,… Angola, en definitiva!

Chiringuitus perfectus

A Marcus Maximus le toco hacer la mili en una de las cinco cohortes estacionadas en Gonio, a la sazón (estamos hablando de la quinta del 327 D.C.) una de las guarniciones más alejadas que podía esperar, en la frontera este del Imperio. Cuando acabó el servicio, sin muchas perspectivas en su pueblo natal del Tarraconensis, decidió establecer un pequeño negocio a escasos metros de la guarnición, para aprovechar la nostalgia de los que como él había ido a parar a tan lejano confín, y ganarse unos buenos sextercios mientras aquellos legionarios bebían vino georgiano y contemplaban el mar.

Hoy el susodicho establecimiento se llama Malibú, y sigue siendo uno de nuestros chiringuitos preferidos, con tres estrellas en la correspondiente guía que alguien tiene que encargarse de hacer ya, porque se está perdiendo el espíritu chiringuitero:

- Primero, nada de pretensiones estilísticas. Un chiringuito de playa que se precie tiene el techo de paja y el suelo de tablones de madera, sin pulir. Se acepta pintura, desconchada a ser posible. Sillas de plástico o madera, ante todo cómodas; no nos sirven los puffs aquellos de los que uno se cae para todos los lados, ni las tumbonas. Estamos bebiendo y charlando, no tomando el sol. De noche, las velitas, sobran; algunas luces bien puestas pueden crear la misma atmósfera de intimidad.
- Segundo, la bebida. Cerveza fría, nacional, barata, servida al instante. Se puede admitir algún tipo de cóctel, la mirinda para las niños y poca cosa más. No tienen cabida aventuras alcohólico-gastronómicas que tardan media hora en llegar al paladar, que nadie sabe cómo se llaman y de las que sólo puedes catar una, si no quieres acabar lavando los platos para pagarlas.
- Tercero, la música. Se recomienda al tío Bob, no falla. Música a un volumen discreto, no estamos bailando, ni nos importa la última remezcla del dj de la discoteca que triunfa este año. Un chiringuito siempre debe ser respetuoso con los bañistas que lo rodean, forma un ecosistema con ellos.
- Cuarto, distancia a la playa. Veinte metros a la orilla de la marea más alta, como mucho. Más de eso, se considera excursión para llegar a él.
- Quinto, el servicio. Imprescindible, camarera interesante y simpática. No tenemos nada que ver con tu mala leche, nano, tus ínfulas artísticas no satisfechas o tu resaca mortal, sólo queremos una cerveza bien fría.

Así lo dejó dispuesto Marcus, y así se ha venido cumpliendo en este rincón del Caribe georgiano, repleto de concesiones al imperio, en este caso el soviético. Esta noche, tren nocturno hasta Tiblisi.

sábado, 14 de agosto de 2010

Un trocito del Caribe


Jürgen Schmidt, informático de mediana edad de Múnic, padre de dos hijos y esposo de Silke, estaba pletórico: por fin podía volver, veinte años después, la Georgia que dejó atrás en su juventud. Subir las montañas, ver salir a los niños por las ventanas de los buses, practicar el ruso, indignarse con los impresentables de Metro Turizm Bus Line y llamarles a voces en medio de Batumi, e incluso interpelar al policía de aduanas que reducía a grito pelado a la avispada georgiana que intentaba saltarse la cola para salir de Turquía.
Esta era la Georgia que Jürgen estaba esperando, nada había cambiado. Una vez nos bajamos del bus de línea que nos ayudó a hacer el trayecto desde la frontera hasta Batumi, dejamos a los Schmidt que disfrutaran a sus anchas y a su manera de Georgia, no íbamos a ser nosotros quienes les cortaran el rollo.

Batumi es, claramente, un trocito del Caribe en el Mar Negro. O de Granada, la de Nicaragua, para quien haya estado, con sus casas de color pastel, decadentes; su tren, en pie más por voluntad propia de cada vagón que por otra cosa; su espíritu diletante, su humedad, su lago de agua salada, que es a estas alturas el Karadeniz, justo cuando la costa ya se dirige hacia el Norte y nos deja ver atardeceres como los que se encuentran por aquellas latitudes.
Hasta tiene aquellos ferries que conducían dos viejos marineros rusos, salían del malecón y te llevaban hasta San Carlos, el mismo modelo, tovarich. Me ha parecido verlos fumar en su balcón y ver caer la tarde, mientras las bañistas volvían de la playa, como hacían en aquella calle de Granada.

En este caso, parece que será difícil que nos lleven hasta Crimea, mañana intentaremos resolver esa etapa, antes de dirigirnos a las montañas en el tren de la noche, vía Tiblisi.

Preparados, listos, ya!


Si usted se hubiera mirado la tabla de horarios, publicada a tal efecto en todos los diarios de la nación turca, sabría que hasta las 7.24 p.m, hora local, no puede probarse bocado en esta ciudad. No se extrañe ni se haga cruces, tampoco puede uno comerse las uvas antes de las campanadas, ni hincarle el diente al pastel de cumpleaños antes de soplar las velas. Todo tiene su justo momento en esta vida.

Llegado el minuto estipulado, como si fuera una performance, los miles de comensales que se congregaban en la plaza princial de Trabzon (angelicos míos, algunos llevaban media hora mirándose la ensalada de pepino y tomates, y a otros se les había quedado frío el kebap) se avalanzaron sobre sus respectivos platos. Ahí pueden verse las preferencias de cada uno: hubo quien lo primero que hizo después una jornada de ayuno fue tomar un trago de agua; otros encendieron un cigarrillo y chuparon de él con la mirada perdida en el horizonte, en pleno éxtasis; otros tomaron un sorbo de agua, y otros seguían en la cola esperando a que en la carpa que el ayuntamiento de Trabzon les sirvieran el rancho, gentileza de la casa:

- Te lo dije, Mustafá, que al final vamos a hacer media hora más de ayuno por ahorrarnos tres liras que vale un kebap.

Octavio se llevó una sorpresa al ver a dos españoles por primera vez en su vida, aparte de los que habían ganado el Mundial, pero por la tele, ganamos más en directo. Abrumado, nos hizo una rebaja sustancial en el precio de la habitación, y nos invitó a desayunar, lo cual se agradeció después de una noche planchados en el autobús nocturno entre Sinop y Trabzon. Respuestos, nos dirigimos hacia Sumela, bonito monasterio onda Montserrat, para el que adquirimos un tour. A lo evangélico, por tres veces preguntamos si todo estaba incluido, y tres veces nos lo negaron, full included, estaba claro:
- Pero es que nos dijeron que no había que pagar nada más.

- Ese billete es solo para el minibus, la entrada al monasterio cuesta 8 liras

Bueno, como el día anterior, mereció la pena por lo menos, igual que para todos aquellos trabzonianos, esperar hasta las 7.24 p.m., hora local turca, para resarcir sus pasiones.

Cinco no son cincuenta


Cuando Mehmet arrancó su flamante Renault 11, del color de los taxis de Nueva York, y salimos raudos de la plaza principal de Erfelek, adonde nos había llevado el dolmush desde Sinop, empezamos a hacer cuentas. Habíamos aceptado sin pestañear el transporte hasta las cataratas por cinco liras turcas, pero los números no nos salían. En un momento de lucidez, descontando los dos çays a los que nos había invitado en el club social de taxistas y transportistas de todo pelaje, Mehmet no le ganaba al viaje más que compartir un rato con nosotros y perder de vista la plaza por el resto día, en la que empezaba a hacer un calor atroz.
- Pero cinco es cinco, sobre todo si te enseñan los cinco dedos de la mano, ¿no?
- Sí, pero me parece que cincuenta se dice bastante parecido. Cinco es beç y cincuenta beç on.
Evidentemente, era beç on. Sobre todo cuando al té le añadió tres deliciosos briox, que devoramos, ya entregados a la evidencia, en el sitio paradisíaco al que nos había llevado, y en el que se iba a pasar toda la mañana, discutiendo con el tipo que atendía el inevitable chiringuito sobre los últimos y controvertidos fichajes del Beçiktas turco. Las cataratas, las 28 cataratas de Erfelek nos esperaban, montaña arriba, y hacia ellas nos dirijimos, sin que la pérdida de un par de Chirucas en el equipaje retendio por Mr. Vueling nos amedrentara en absoluto.
Subimos hasta una aldea en lo alto de la montaña, para comprobar el inaudito parecido entre Turquía y Galicia. Por los hórreos pero también por el espíritu o duendecillo del bosque que encontramos, Eliah, que nos sirvió una fanta y luego un çay en su chill out oculto entre las catarata 25 y 24. Como dicen las películas, también en las turcas, no intente hacer esto por su cuenta, seguramente dará con sus huesos en el fondo de alguna catarata, y probablemente Eliah fuera una invención de nuestras sedientas gargantas.
De vuelta, nos entregamos a los placeres culinarios de Erfelek. 5 no son 50, tampoco para la comida, y al igual que el rincón que los erfelekianos habían sabido conservar durante generaciones se los valía, los platillos que nos ofrecieron devolvieron al bocata de caballa a su verdadera y humilde dimensión.

jueves, 12 de agosto de 2010

Boiling Point

Seguro que conocen aquel truco infalible para hacer que llegue el tren que uno lleva más rato del debido esperando en una estación: se enciende un cigarro y en el acto aparece por el andén, no falla. La versión turca del famoso truco, en realidad uno más de los teoremas de Murphy, consiste en pedir un té o "çay", instalarse en el bar más cercano al supuesto sitio de salida del autobus, y quemarse a continuación la lengua intentando bebérselo, mientras el conductor del bus que esperamos empieza a colocar al personal en el interior del vehículo. El té, como decíamos hace unos días, debe siempre estar en su punto justo, el de ebullición. En el momento en que la temperatura desciende, el camarero se afanará por retirarlo de la mesa, por lo que cabe asirlo bien en todo momento y no perderlo de vista, hasta haber apurado el poso que siempre queda.

Sinop, siento decirlo, no fue para tanto. Quizás teníamos demasiadas esperanza depositadas en ella, pero al rato nos dimos cuenta de que lo mejor de las dos últimas etapas había sido el recorrido en sí mismo. Nos dimos una vuelta, tras haber ganado de nuevo al pansionópolis, pero poca cosa, la verdad. Le vamos a dar el aprobado por las murallas, como las de Tarragona que cantara aquel, y el paseíto al lado del mar, después de habernos bañado en un auténtico resort familiar turco, como los que había antes en casa: con sus abuelas, el 124 último modelo, chiringuito sin carta y señores jugando al dominó, en este caso backgamon.

Por la noche, dimos con una escisión maquinera del coro de la Armada Soviética con base en Sebastopol, de maniobras musicales por el muelle de Sinop, y dando vueltas alrededor suyo en un romántico barco. No hicimos más preguntas y nos resignamos a los pocos encantos de Sinop: bocata de caballa en la tónica de la ciudad (no clasifica para la UEFA), y una de tes mirando el mar, siempre atentos a que los camareros no acortaran tan plácida velada.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Tupperware on the road

Los tupperware en Turquía tienen una vida realmente ajetreada, viajan de un pueblo a otro la mayor parte del tiempo, bajo el asiento del conductor del autobús o "dolmush", como aquí le llaman, que cubra la carretera más cercana a su domicilio. Viven, por supuesto, hoy en una casa, mañana en otra, transportando hoy huevos y mañana deliciosas avellanas. Pasan de mano en mano como de dolmush en dolmush, llevando siempre buenas intenciones y atenciones exquisitas consigo.
En el fondo, todo se mueve alrededor de los tupper. Si hay que recoger uno a diez quilómetros de la ruta formalmente establecida, se recoge, ¿qué problema podría haber?. Una llamada avisa al experto chófer para que pase a recoger a su dueño, que se lo entregará con una mezcla de alegría y de nostalgia, recordando en ese preciso instante cuando llegó a su poder, lleno de uvas o quizás de sabrosos mejillones.
A veces el tupper no está preparado, hay que pensar que en el fondo es como una novia. El chófer, la señora que va a hacer la compra, el vendedor de seguros, los incrédulos turistas, incluso un doble de James Bond que trabajó en Holanda y disfruta como el primer día cada vez que cuenta su historia, esperamos en su puerta a que salga. Si no sale, reemprendemos la marcha, estas cosas pueden pasar.

Al final del día, después de asistir impertérritos diez horas al ceremonial del tupper durante más de 150 quilómetros en la carretera que sigue la costa, llegamos a Inebolu. Para resarcirnos de tan viajera jornada, el sol nos puso en un tupper una puesta de sol como la que veis, como cuando los niños se portan bien en verano, y son obsequiados con un helado y un rato al fresco de la noche antes de irse a dormir.

martes, 10 de agosto de 2010

La pensión turca

El deporte, el auténtico deporte nacional turco es la pensión, pansiyon como dicen ellos. Una vez hubimos abandonado a la pobre señora Paquita, inmersa en sus indescifrables monólogos en turco antiguo, le dimos otra oportunidad a Amasra y decidimos jugar. Con tanta suerte que la pensión de color rosa con vistas al mar a la que habíamos intentado acceder el día anterior, nos abrió sus puertas, previo farol y regateo, cual duchos viajantes por estos pagos. La treta salió bien, y a las nueve de la mañana estábamos instalados en un encantador balcón, mirando a una de la bahías de Amasra.
Crecidos por el éxito y el dominio de la situación, nos lanzamos a explorar los alrededores. En Çakraz, con una playa más que aceptable, nos entregamos a otro de los placeres de la tierra: el bocata de caballa. Les podrá parecer una vulgaridad, queridos lectores, pero nada que ver con la realidad: el "ekemek balik" nada tiene que envidiar al afamado bocata de calamares, siempre acompañado de un té a su punto justo, el de ebullición.
Por la tarde, aquella agradable sensación infantil de volver a casa un domingo por la tarde, después de haber retozado en la playa. Nuestra anfitriona nos deleitó con una pastas y otro té, a modo de merienda, mientras nos venían ganas de escribir uno de esos diarios que acostumbran a llevar los auténticos backpackers, atrapados por el marco incomparable.

Sepan que en el campeonato turco de bocata de caballa, Amasra se fue arriba esa misma noche, con una antológico ejemplar, en el mismo muelle donde encontrarán el parque de atracciones, la discoteca especializada en máquina irano-turca y algún que otro recomendable garito, contemplando lo negro que es el Mar Negro por la noche.

lunes, 9 de agosto de 2010

It's a long way to Karadeniz


La etapa comenzó con un nuevo momento topanista: carreras por el tranvía y el metro de Estambul, para llegar en el último momento a coger el autobús en la Otogar. Por cinco minutos de diferencia, habiendo renunciado al suculento desayuno que nos ofrecía el simpático amigo francés que trabajaba en el Mavi Guesthouse, estábamos ante el andén 51-52, entre fardos y señoras con pañuelo despidiéndose de la familia. Media hora después, la confianza en la organización de la todopoderosa Metro Turizm Bus Line, se vino abajo: nuestro autobús había salido desde cualquier andén menos del mentado, y nos hayábamos inmersos en una persecución del susodicho vehículo por todos los puntos de distribución de pasajeros que tan insigne compañía tiene repartidos por los alrededores de Estambul. Metro Turizm nos hizo un bonito tour, a cuenta de la casa, que se dio por finalizado cuando una diligente azafata decidió cambiar nuestro billete por otro y esperamos a un autobus que sí nos llevó a Amasra, vía Bartin, unas cuantas horas después.

Todo tiene una primera vez en la vida, y esta tarde le tocó al Mar Negro (Karadeniz en la lengua vernácula). Tan irrepetible momento estuvo a punto de verse truncado por un clásico estival: full en Estambul, esta vez en Amasra, en turco y sin saco de dormir (gracias a Mr. Vueling). Gracias a que el camarada Topanich, servidor del glorioso ejército austohúngaro en su ya lejana juventud, nos iluminó, dimos la bastante lástima, todo esto en algo parecido al alemán, para que un extrabajador de la también gloriosa industria metalúrgica alemana nos proporcionara el contacto justo, a punto de de tirar la toalla.
De esta guisa, nos instalamos en casa de la Sra. Paquita (nombre que por respeto, vamos a utilizar para no desvelar su auténtica identidad), jubilada que comparte su residencia con los turistas despistados que su hija recoge los sábados de agosto en los que Amasra compite con Benidorm en ajetreo y diversión.

Valió la pena, de cualquier manera, llegar a sumergirse en Karadeniz, ya entrada la tarde. Siempre es inolvidable la primera vez en la vida.

domingo, 8 de agosto de 2010

Una litera con vistas


Que por qué se perdió mi maleta y la otra que facturamos a la vez, no, habrá que preguntárselo al Sr. Vueling. El caso es que llegados a Estambul, a las cuatro de la mañana (por gentileza del piloto, lo hicimos incluso veinte minutos antes de la hora convenida), nos dimos cuenta de que la vuelta al Mar Negro iba a ser más difícil todavía de lo previsto. Una confirmación de que el espíritu del gran Laslo no descansa ni en vacaciones, toda una semana preparando (mentalmente) la maleta, para que se evapore en algún lugar entre Barcelona y Estambul. Si alguien está de vacaciones en algún rincón del Mediterráneo y la ve flotando en el agua, que la mande a casa, por favor.

En Estambul, por lo menos tuvimos la recompensa de ver nacer el día a bordo del ferry que nos llevó desde la parte asiática de nuevo a Europa. Sonámbulos, llegamos a Mavi Guesthouse, todo un clásico del mundo mochilero, al parecer y por lo visto.

- "Go up to the roof", nos dijo Siriyaqui (o algo así le había puesto la tropa mochilera nipona, recién sacados de un casting de algún remake del mejor cine bélico yanqui de la Segunda Guerra Mundial)

¿"Roof" significaba tejado? Efectivamente, con su uralita correspondiente y sus literas escolares en serie. Eso sí, a los pies de Sta. Sofía, cocedero de marisco, que luego no resulto ser tanto.

Siempre hay en estos sitios una necesidad urgente de conocer gente y de intercambiar amistades de quita y pon, datos absurdos, profundísimos, sobre viajes que nunca haremos y lugares archidescubiertos, mientras alguien repasa los grandes éxitos de Kris Kristoferson con una guitarra como la que Siriyaqui guarda para cada ocasión. Antes de caer rendidos, nos dio tiempo de rodear Estambul y presentarle nuestros respetos de exploradores alrededor del Mar Negro.

Mañana, con el permiso de los buscadores-de-contactos-para-el-facebook que no se callan ni a las cinco de la mañana en una habitación llena de gente intentando dormir, seguiremos hasta Amasra, ya a orillas del mar.



miércoles, 4 de agosto de 2010

Ja a la cartellera

En fi, per si algú no s'ho acabava de creure, aquí teniu el programa del Cinema Catalunya.
Los Momentos que Brillan, a l'apartat de cinema de producció nacional. Ja no podeu dir que no estava clara la cosa i us va sortir un altre compromís.

http://www.amicscinevallderibes.com/images/stories/pdf/programacio-altre-cinema-2010.pdf