Despues de un viaje extenuante, con tension en el embarque, a las ocho de la manyana por el manifiesto overbooking en la furgoneta que nos ha traido a la sede del celeberrimo festival popular, nos hemos instalado de maravilla en lo alto de la cima. Los placeres gastronomicos de Gjirokastra (esta ciudad se prepara a conciencia para recibir a las huestes folcloricas cada cinco anyos) por poco nos tumban y casi acaban con nosotros las cuestas hacia ninguna parte. Pero merece la pena sentirse ninyo cantor de Albania por un dia e imaginarse tamanya fiesta.
Manyana, rumbo al mar.
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