domingo, 12 de agosto de 2012

Lost in Tetouan

El problema del consumismo, en cualquiera de sus versiones, es que conduce a la perdición.
En este caso, a la perdición física, si usted intenta ejercerlo en cualquier medina, y más si lo hace en un grupo de turistas con diferentes intereses turísticos.

- Me acuerdo que era por aquí.

Cuando oiga esa frase, tiemble. Es la primera señal de que ha sido abducido por la medina, fagocitado por sus callejuelas, sin un solo punto de referencia seguro, sin cobertura de móvil, abandonado por su Ton-Ton, y con el mapa olvidado encima de la cama en el riad. Lo peor es cuando alguien le toma de la mano y le lleva a otro sitio totalmente diferente del que quería ir, en un generoso y topanista gesto. Ariadna sin su madeja y con las manos llenas de objetos de dudosa utilidad una vez acabado el período vacacional. ¿De qué sirve una guitarra tradicional bereber o un tajin de barro cocido? Y sobre todo ¿dónde lo pongo? Primero en el maletero, en una intento de redoblar la dificultad del tetris que se juega cada vez que hay que montarlo de nuevo; y segundo en casa, todos los armarios y estantes han sido copados por los equivalente a ese maravilloso instrumento en viajes precedentes.

Por favor, algo de modernidad. Afortunadamente, Tetuan también tiene de eso, calles con nombre, principio y final. Hasta una Palacio Real, con su plaza, que sólo puede franquear Su Alteza, y que el resto del año es algo así como la escena de un crimen, protegida por la policía y sin posibilidad de poner los pies en ella. Exhaustos por el consumismo, llegamos a casa.

Merecemos un buen descanso antes de la siguiente etapa.

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