
Crecidos por el éxito y el dominio de la situación, nos lanzamos a explorar los alrededores. En Çakraz, con una playa más que aceptable, nos entregamos a otro de los placeres de la tierra: el bocata de caballa. Les podrá parecer una vulgaridad, queridos lectores, pero nada que ver con la realidad: el "ekemek balik" nada tiene que envidiar al afamado bocata de calamares, siempre acompañado de un té a su punto justo, el de ebullición.
Por la tarde, aquella agradable sensación infantil de volver a casa un domingo por la tarde, después de haber retozado en la playa. Nuestra anfitriona nos deleitó con una pastas y otro té, a modo de merienda, mientras nos venían ganas de escribir uno de esos diarios que acostumbran a llevar los auténticos backpackers, atrapados por el marco incomparable.
Sepan que en el campeonato turco de bocata de caballa, Amasra se fue arriba esa misma noche, con una antológico ejemplar, en el mismo muelle donde encontrarán el parque de atracciones, la discoteca especializada en máquina irano-turca y algún que otro recomendable garito, contemplando lo negro que es el Mar Negro por la noche.
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