- Ya sé que estás de vacaciones, pero si pudieras hacerme un informe pormenorizado y una memoria de las decisiones tomadas sobre el asunto desde abril del año pasado, me ayudaría mucho.
A veces uno recibe una de estas llamadas, a eso de las once de la mañana, al día tres de vacaciones, y el susodicho día tres se va a los leones. Por lo menos deja de ser vacaciones y se convierte en una escena ridícula, junto a un lago con piraguas, donde un padre pegado a un teléfono, intenta que sus hijos no se vayan río abajo, mientras intenta resolver el mundo a gritos y microondas.
- Hay, chica, dónde te has metido a hacer la reunión, no se escucha un carajo con el skype. ¿Estás en una discoteca o qué?
Encima que localizas el único hotel con conexión decente en el pueblo, que le birlas el ordenador regalo de cumpleños a tu hija con embustes y ardides, las otras, cómodamente sentadas en su oficina de la capital, se reíen de ti y de que estás haciendo el pringado cuando no llevas ni tres días de vacaciones.
Y todo para nada, que diría el maestro, to-pa-ná, porque la conexión no funciona y nadie oye lo que tienes que contar y porque el móvil que iba a movilizar el mundo se vuelva a colgar la tercera vez que escribes el mismo correo.
En fin, menos mal que nadie se ahogó, que había una pared al final del lago que no dejaba llegar hasta Zaragoza en canoa y todo acabó como un paréntesis en nuestro itinerario. Por cierto, otro momento FADESA al llegar al Pueyo de Jaca, camino de Panticosa, como en las Vueltas de España aquellas que disputaban Perico, Lejarreta y compañía.
Mañana les contamos, si es que no nos encargan nada más por el camino. ¿Es nostalgia de nosotros o envida por las vacaciones? Nunca lo sabremos, queridos lectores, pero no se les puede dejar solos o el mundo se viene abajo.
A veces uno recibe una de estas llamadas, a eso de las once de la mañana, al día tres de vacaciones, y el susodicho día tres se va a los leones. Por lo menos deja de ser vacaciones y se convierte en una escena ridícula, junto a un lago con piraguas, donde un padre pegado a un teléfono, intenta que sus hijos no se vayan río abajo, mientras intenta resolver el mundo a gritos y microondas.
- Hay, chica, dónde te has metido a hacer la reunión, no se escucha un carajo con el skype. ¿Estás en una discoteca o qué?
Encima que localizas el único hotel con conexión decente en el pueblo, que le birlas el ordenador regalo de cumpleños a tu hija con embustes y ardides, las otras, cómodamente sentadas en su oficina de la capital, se reíen de ti y de que estás haciendo el pringado cuando no llevas ni tres días de vacaciones.
Y todo para nada, que diría el maestro, to-pa-ná, porque la conexión no funciona y nadie oye lo que tienes que contar y porque el móvil que iba a movilizar el mundo se vuelva a colgar la tercera vez que escribes el mismo correo.
En fin, menos mal que nadie se ahogó, que había una pared al final del lago que no dejaba llegar hasta Zaragoza en canoa y todo acabó como un paréntesis en nuestro itinerario. Por cierto, otro momento FADESA al llegar al Pueyo de Jaca, camino de Panticosa, como en las Vueltas de España aquellas que disputaban Perico, Lejarreta y compañía.
Mañana les contamos, si es que no nos encargan nada más por el camino. ¿Es nostalgia de nosotros o envida por las vacaciones? Nunca lo sabremos, queridos lectores, pero no se les puede dejar solos o el mundo se viene abajo.
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