miércoles, 18 de agosto de 2010

Mi reino por un plato de sopa



Sentados en el balcón, mirando una montaña tan alta como el cielo, hemos cerrado un día pleno de satisfacciones. Nuestro viaje nos ha llevado de un límite a otro, no ya de Georgia, sino casi del mundo. Del desierto de los eremitas hasta la montaña donde encadenaron a Prometeo por robar el fuego de los dioses, se dice pronto, de un día para otro. Con algo más de tiempo, suerte y dinero, lo más normal es que el gran Laslo hubiera instalado en este país la meca del cine de la Europa del Este. No se le puede pedir más: playa y petardeo de telenovela en Batumi, arrabales industriales postsoviéticos (pensamos que es necesaria una versión georgiana de las aventuras del Vaquilla) en las afuera de Tblisi, Sonrisas y Lágrimas caucásicas en Kazbegi, arte y ensayo pseudoparisino en los barrios bohemios de la capital. Todo en uno, insuperable.

Nos hemos sentado ante un plato de sopa, y arrullados por la lluvia repicando en los tejados de zinc de Kasbegi , ya entrando la noche, hemos cenado como hacía tiempo que no lo hacíamos, absortos por tantas maravillas. Hay que reconocer que el kebap de anoche puso el listón muy alto, pero donde esté una buena sopa, mezclada con el fresco que trae una tormenta de verano, no hay nada que discutir.
Además, esta tarde hemos visto y hecho uno de los mejores planos de “Camarada Walter”. ¿Qué más se le puede pedir a una carretera de ciento cincuenta quilómetros?
Mañana nos espera la etapa reina, en el ecuador de nuestro periplo, la clásica cronoescalada Kazbegi-Kazbegi, pasando por el glaciar de Gergeti.

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