lunes, 9 de agosto de 2010

It's a long way to Karadeniz


La etapa comenzó con un nuevo momento topanista: carreras por el tranvía y el metro de Estambul, para llegar en el último momento a coger el autobús en la Otogar. Por cinco minutos de diferencia, habiendo renunciado al suculento desayuno que nos ofrecía el simpático amigo francés que trabajaba en el Mavi Guesthouse, estábamos ante el andén 51-52, entre fardos y señoras con pañuelo despidiéndose de la familia. Media hora después, la confianza en la organización de la todopoderosa Metro Turizm Bus Line, se vino abajo: nuestro autobús había salido desde cualquier andén menos del mentado, y nos hayábamos inmersos en una persecución del susodicho vehículo por todos los puntos de distribución de pasajeros que tan insigne compañía tiene repartidos por los alrededores de Estambul. Metro Turizm nos hizo un bonito tour, a cuenta de la casa, que se dio por finalizado cuando una diligente azafata decidió cambiar nuestro billete por otro y esperamos a un autobus que sí nos llevó a Amasra, vía Bartin, unas cuantas horas después.

Todo tiene una primera vez en la vida, y esta tarde le tocó al Mar Negro (Karadeniz en la lengua vernácula). Tan irrepetible momento estuvo a punto de verse truncado por un clásico estival: full en Estambul, esta vez en Amasra, en turco y sin saco de dormir (gracias a Mr. Vueling). Gracias a que el camarada Topanich, servidor del glorioso ejército austohúngaro en su ya lejana juventud, nos iluminó, dimos la bastante lástima, todo esto en algo parecido al alemán, para que un extrabajador de la también gloriosa industria metalúrgica alemana nos proporcionara el contacto justo, a punto de de tirar la toalla.
De esta guisa, nos instalamos en casa de la Sra. Paquita (nombre que por respeto, vamos a utilizar para no desvelar su auténtica identidad), jubilada que comparte su residencia con los turistas despistados que su hija recoge los sábados de agosto en los que Amasra compite con Benidorm en ajetreo y diversión.

Valió la pena, de cualquier manera, llegar a sumergirse en Karadeniz, ya entrada la tarde. Siempre es inolvidable la primera vez en la vida.

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