lunes, 23 de agosto de 2010

Chirimiri universal



De nuevo, nuestros intrépidos amigos de Barakaldo, Iñaki y Patxi, se dieron un paseo, a ver si desde lo alto de la peña veían alguna parte del Arca de Noé.

- Joder, no lo entiendo, cuatro gotas que caen y la gente se acojona, ¿no Iñaki? ala, ahora vete a encontrar donde se quedó la trainera.

Una vez visto el palacio, discutiblemente catalogado como de las Mil y Una Noches por nuestro pepito-grillo-ángel-de-la-guarda del planeta Loli, no encaramamos en la primera peña que vimos, por aquello de que no hay nada como la línea recta para llegar antes a cualquier sitio. Lo malo fue que nos dejamos el parapente en el hotel, y era un poco peligroso saltarse el pequeño precipio con el que no habíamos contados para acceder al punto de vista correcto.
Así que en un ejercicio alpinotopanista, deshicimos lo escalado, para volver a la senda correcta, y de ahí atacamos el puerto de montaña. No es la etapa reina, pero es de aquellas que puede decidir un Tour. El equipo de Marco Pantani, que nos seguía como podía, no pudo con el ataque final de Mikel Indurain, y llegó sin opciones a la meta.
La única opción que se le dio fue compartir un trozo de queso en la meta, que nos había sobrado del avituallamiento, y la incomparable vista de la más antigua montaña de la antigüedad, el Monte Ararat, justo cuando se ponía el sol en lo que fue el mundo sumergido por las aguas del chirimiri universal.

De vuelta, Dios nuestro Señor nos envió un querubín taxista, para recoger al escombro de ciclistas al que habíamos quedado reducidos. Mañana, a llanear hacia el sur oeste.

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